Un hombre llamado Ove

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Película con lección
Todo el tiempo manipula al espectador con golpes bajos y escenas de pegajosa ternura.

Pocas cosas más exasperantes que descubrir que la película que estamos viendo está intentando darnos una lección. Un hombre llamado Ove lo hace de principio a fin: es, una vez más, la historia de un personaje que cree que su vida ya no tiene ningún sentido (enviuda y, poco después, lo obligan a jubilarse tras 43 años de trabajo) pero, casi contra su voluntad, encuentra razones para seguir adelante gracias a una simpática y adorable vecindad.

Si hay algo logrado aquí, es el retrato de este viejo cascarrabias, obsesivo, un superyó andante para todos sus vecinos, a los que persigue para que cumplan las normas de convivencia que él mismo estableció. Pero, por algún motivo, todos quieren o toleran a este tipo insoportable. Lo que podría haber sido un buen punto de partida para una comedia queda arruinado por aludes de golpes bajos, torrentes de melodrama barato y cataratas de ternura pegajosa.

He aquí otra prueba de lo poco que significan los premios. Un hombre llamado Ove llegó a estar nominada por partida doble en los últimos Oscar: mejor película en idioma extranjero y mejor maquillaje. No se llevó ninguno: fue justicia.