Un hombre llamado Ove

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

Luego de estar nominada en la última entrega de los Oscar como Mejor película de habla no inglesa y Mejor maquillaje, llega a las salas Un hombre llamado Ove, la nueva película de Hannes Holm que reflexiona sobre la importancia de los vínculos y la angustia de la vejez.
La vida de Ove esta regulada más por la inercia que por el deseo. En la urbanización donde vive no lo soportan debido a sus estrictas y absurdas normas que le impone a la comunidad. La muerte de su mujer Sonja desmorona su entorno y ya no le encuentra sentido a sus días. Sumado a que luego de trabajar 43 años para la misma empresa, lo despiden. Su única evasión de la realidad ya no la tiene.

Ove cuenta las horas para morirse, no hay otra cosa que quiera más que unirse finalmente con su amada Sonja, como le prometió. Finalmente decide quitarse la vida, el problema es que su entorno no le permite hacerlo en paz y, a cada intento, surgen nuevas circunstancias que lo evitan.

Al mismo tiempo la mudanza de una nueva familia al barrio contribuye para que la vida de Ove dé un giro radical. A través de estos nuevos vínculos surgen aspectos de su personalidad que estaban ocultos y olvidados. Pasará de no tener nada ni a nadie a sentirse querido, acompañado y necesitado. A pesar de su fama como el vecino cascarrabias. Ove destierra su egoísmo y aboga por una sociedad más caritativa con el prójimo.

Basada en la novela homónima de Fredrik Backman, y con un guion del propio Holm, la narrativa de la película juega con la estructura de dos tiempos y es fundamental para entender la vida de Ove. Cada episodio del presente y del pasado buscan analizar el momento en el que la miseria y la angustia se apropian del personaje y cómo en el tramo final su perspectiva cambia completamente. El relato avanza desde la comedia negra, con una mirada de a ratos cínica, que va mutando a un tono más dramático para concluir su resolución, que es predecible desde el primer acto.