Un hombre en apuros

Crítica de Henry Drae - Fancinema

UNA COMEDIA DRAMÁTICA DESMEMORIADA

Un hombre en apuros está basada en un libro biográfico sobre la vida de un director de Peugeot y el cambio drástico que tuvo en su vida luego de sufrir un accidente cerebro vascular, pero uno puede imaginarse muchas otras historias que sin trascender en libros o películas tienen un cariz similar.

Mientras la veía llegaban a mi mente películas como Una segunda oportunidad -drama con Harrison Ford en el que un exitoso y desalmado abogado recibía un balazo en la cabeza, que al tiempo que lo incapacitaba para ejercer su profesión lo humanizaba y acercaba a su familia-, La escafandra y la mariposa -en la que el director de un magazine de moda y playboy quedaba cuadripléjico y se reencontraba con sus afectos- y la mucho más reciente Amigos intocables, ya con tres versiones en su haber (siendo la original francesa) con otro discapacitado millonario y poderoso que se reconcilia con la sencillez de las cosas simples de la vida. Lo cierto es que Un hombre en apuros no sale de ese planteo básico del hombre omnipotente, egoísta y a la vez talentoso que se ve obligado a aprender cómo se debe vivir a la fuerza. Y no está mal que se cuente una vez más esta historia, pero atendiendo sus predecesoras e inequívocas referentes, debió ser más esmerada.

Nada que decir de la interpretación de Fabrice Luchini en el personaje del director (al que curiosamente me imaginé con un Guillermo Francella en una probable versión argenta), que le dio todos los matices posibles para que resulte creíble, ni de sus compañeros, muy a la altura para que esta comedia dramática quede bien balanceada.

Los momentos más divertidos, y también incómodos, son los que registran al personaje intentando hablar luego de quedar con una dislexia de nivel muy grave y literalmente decir cualquier cosa menos lo que su intención requiere con desesperación. Claro que esas “cosas” están muy bien manejadas desde el guión para que los equívocos sean el blanco perfecto de gags que no siempre resultan orgánicos. Luego los episodios dramáticos llegan con la otra secuela de la enfermedad, las lagunas de memoria que lo llevan hasta perderse en la calle estando a metros de su casa, y por último, los más emotivos que tienen que ver con la relación con su hija, con la especialista en lenguaje que tiene una subtrama paralela, y con su perro al que apenas tenía en consideración antes del incidente.

En resumen, una historia que tiene sus momentos, que no se hace tediosa amén de los clichés y que alcanza a dibujarnos de vez en cuando, una sonrisa, a pesar de su evidente mediocridad.