Un gran dinosaurio

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Otra bella creación con el sello Pixar

Según dicen, hace como 65 millones de años un gigantesco meteorito cayó sobre la Tierra y causó la muerte de los dinosaurios. Los científicos no se ponen de acuerdo si fue uno solo, o una lluvia de meteoritos, ni a qué hora exacta ocurrió el fenómeno, pero sí que fue hace como 65 millones de años. Los autores de este dibujo tienen otra teoría: ¿y si el meteorito hubiera pasado de largo sin caer en la Tierra? Unos milloncitos de años más acá, algunos de esos animales habrían evolucionado. En algún momento hasta habrían sido más inteligentes que los humanos, que aparecieron más tarde.

En ese hipotético período se ambienta esta historia. Vemos una familia de apatosaurus dedicados al cultivo del maiz, con un silo de piedras para pasar el invierno, una familia de tiranosaurus arreando una manada de protobisontes, y de paso un triceraptops bizco, medio new age, rodeado de animalitos. Los pterodáctilos y otros pajarracos, en cambio, son siempre los mismos bichos dañinos. Renglón aparte, el "humanito" que por ahí aparece, con ancestros perrunos.

La historia habla de la amistad entre ese raro especimen y el menor de los apatosaurus (con sospechosa carita de clementesaurio), pero también habla del enorme ejemplo de un padre comprensivo, del esfuerzo de crecer enfrentando los miedos, la gran aventura de recorrer lugares enormes, desconocidos, llenos de peligros, y sobrevivir a ellos, y la alegría del regreso al hogar. Cosas universales que el cine ha contado ya otras veces, en algunos westerns de niños atravesando las Rocallosas o la Gran Pradera con la sola compañía de un perro bravo, encontrándose con alguna persona paternal o con varias demoníacas, y, sobre todo, encontrándose con la Naturaleza, hermosa, aterradora, cambiante y más o menos eterna.

Y, sí, esto es un western. Con sus arquetipos, sus paisajes inmensos, su emoción y su música, aquí enriquecida con algún aire celta. Linda historia, simpáticos los personajes, admirable la pintura de montañas, campos, árboles y ríos turbulentos, emocionantes las peleas, hermosa una escena en un campo de luciérnagas. Y antológica, casi única, otra escena donde dos criaturas perdidas evocan de modo original a sus respectivas familias. Ahí, la gente de Pixar alcanza la poesía. Dignos de atención, tres dibujantes: Peter Sohn, que acá debuta como director, Gastón Ugarte, jefe de modelado de los fondos, y Jay Patel, autor del corto de comienzo, "Sanjay's Super Team", que da qué pensar y también emociona un poquito. Un coreano, un tucumano y un hindú, para tenerlos en cuenta.