Un gran dinosaurio

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

No está mal sentir miedo
Un Gran Dinosaurio no es una obra maestra de los estudios Pixar, pero supera a cualquiera de las películas de otras franquicias, básicamente por su calidad a nivel técnico. La historia es simple y sin muchas aristas para encontrarle, pero eso no significa en lo más mínimo el abandono de lo esencial: entretener a los más pequeños y seducir al público adulto, sumada la cuota de expresividad de cada una de las criaturas antropomorfizadas y un relato clásico que apela a la estructura del Camino Del Héroe y lo mezcla con un western y con la relectura del “Mito del buen salvaje”.
Hace tiempo se decía que el día que la animación digital (CGI) consiguiera emular la realidad al nivel, por ejemplo, del movimiento del agua, debía ser Pixar y no otro el estudio capaz de concretarlo. Pasaron los años y las películas y la brecha digital aplicada al cine se acortó en cada uno de los intentos. Las texturas que fueron probándose en cada uno de los títulos hacían previsible al ojo del espectador atento que el objetivo estaba cerca y con Un Gran Dinosaurio más que cumplido.
En ese sentido, lo primero que impacta de este nuevo opus Disney/Pixar es precisamente el nivel de detalle en lo que a texturas se refiere. Ya no se puede aspirar a una mejoría sin caer en la problemática del hiperrealismo, que esperemos no sea la próxima meta. Aquí un río torrentoso, una cascada y el movimiento de las hojas en los árboles se engarzan con tomas panorámicas de montañas o planos cenitales impactantes.
Si a esto le agregamos una historia parecida a la que podría entregar cualquier clásico Disney, léase: Camino iniciático, gran pérdida de la figura paterna, auto superación y redención al final del camino, la síntesis de la curva de transformación de Arlo, el dino protagonista, queda completa.
A su aventura y en una idea de intercambio de roles se suma Spot, un niño en estado salvaje que tiene por conducta la animalidad en cada uno de sus movimientos y su carencia de lenguaje con palabras, algo que Pixar reservó a todos los animales prehistóricos de este nuevo universo, salvado de la aniquilación total por la lluvia de meteoritos y donde los dinosaurios aprenden a sobrevivir cosechando sus propios alimentos.
Si en Intensamente (2015) la novedad consistía en darle un lugar preponderante o equiparable a la Alegría y la Tristeza, despojarla a esta última de la carga negativa y el estigma, en el caso de Un Gran Dinosaurio la apuesta pasa por la no estigmatización del miedo. Enseñanza que a lo largo del recorrido de Arlo quedará más que aprendida y expuesta en las secuencias donde el miedo es una meta a superar para pasar al otro nivel de crecimiento.
Así como es recurrente, además y siempre con la mirada puesta en los adultos, la inserción de elementos genéricos a la historia infantil, el vuelo hacia el western cobra un sentido lúdico al reemplazar caballos por tiranosaurios rex, en la misión clásica de los westerns de trasladar una manada de búfalos de un territorio a otro evitando que el enemigo se apodere del botín.
En síntesis, Pixar nuevamente lo hizo, sorprende, entretiene y deja dibujada una sonrisa tanto en la platea infantil como en los acompañantes que solamente esperan una nueva del estudio de la lamparita, que sigue dando que hablar.