Un dios salvaje

Crítica de Luis María Fittipaldi - RosarioCine

Matrimonios y algo más

Roman Polanski tomó la obra teatral "Un dios salvaje" de Yasmina Reza, exitosa en todo el mundo -incluída Argentina-, para volcar su versión en el cine. Se sabe que trasladar una pieza de tal índole a la pantalla grande puede ser algo riesgoso, complicado y pretencioso, máxime cuando los roles importantes y únicos están solo a cargo de 4 actores, por ello hace recordar a ese "tout de force" actoral llamado "Quien le teme a Virginia Woolf?" (1966, Mike Nichols), aunque este era muchísmo más denso, asfixiante y crudo, otro ejemplo de traslado de 4 actores como base ha sido "Closer" de Nichols too.

Cuando un chico golpea a otro en el parque y le saca un diente, los padres de ambos se convocan para establecer un diálogo, un amable departir en busca de un compresión del hecho. Será reunirse para superar el conflicto, algo esperable de personas sociables, de gente burguesa y hasta comprensiva, pero no...lo amable del inicio puede transformarse en un caótico "toma y daca", donde aflorarán miserias, hipocresía, una doble moral discursiva, y hasta reproches mutuos para las internas de cada pareja. Como en la vida misma, por supuesto el humor rodea muchas de las circustancias agrias.

El guión compartido entre el director de "El bebé de Rosemary" y la autora teatral que salta así al espacio fílmico, está correcto. La complejidad de mantener en vilo al ocasional espectador con tan solo 4 actores en un mismo decorado, un realizador con el oficio de R. P. lo puede sostener bien hasta el final de esos 80 minutos de metraje.
Las actuaciones son superadores de la propuesta cinematográfica en si, Jodie Foster es tan irritable que alguno puede tener ganas de sacudirle desde la platea con algo, Kate Winslet está medida, menos desbordada que su compañera actriz, John C. Reilly hace un trabajo meritorio en ese esposo vendedor de electrodomésticos, y Christoph Waltz es un cínico abogado -labor memorable-, que tambien colgado de tanto celular, y manteniendo esas charlas telefónicas tan molestas puede provocar nuestra antipatía.