Un dios salvaje

Crítica de Analía Casero - La Cinerata

DESENMASCARANDO AL DIOS CAPITALISTA

Carnage fue dirigida por el polaco Roman Polanski (Chinatown, El pianista), quien se basó en la obra teatral homónima de Yasmina Reza.
Christoph Waltz (Bastardos sin gloria) y Kate Winslet (El lector) interpretan a los padres de Zachary, quien sería el presunto golpeador, y John C Reilly (Criminal) y Jodie Foster (Anna y el rey) a los progenitores de Ethan, el niño agredido; ambas parejas, casi cuarentonas, pertenecen a una clase acomodada, pero luego de unos minutos de charla, cuando salen a relucir sus opuestos puntos de vista, no podrán ocultar tanto sus miserias económicas como personales.

La película transcurre enteramente en una habitación, espacio que se vuelve claustrofóbico a medida que avanza el relato y que lleva a relacionarla con Tape de Richard Linklater. Para sostener la atención, la historia cuenta con pequeños elementos que se van volviendo centrales: un hamster, una tarta de manzana y pera, un florero con tulipanes, un teléfono celular, una cartera.

Carnage podría traducirse como matanza o carnicería, pero si se piensa en el título original de la obra teatral: Le dieu du carnage (algo así como el dios de la masacre) puede entenderse un poco más a qué apunta la cinta; quizás, no sólo a esa masacre (verbal y algo física) que llevan a cabo los dos matrimonios sino a aquella que enfrentan especialmente, y a diario, los miembros de la pequeña burguesía; esa masacre que apunta a "caretear", a querer ser el dios de los buenos modales, de tenerla clara en la vida y de vivir en lo superficial. En el film, a pesar de esta mirada ácida, hay espacio para el humor pero el marcado aire de las tablas a veces resta credibilidad a lo que se venía consiguiendo.

Algo muy interesante es la importancia que se da a la correcta utilización de las palabras, decir que un niño estaba armado con un palo no es lo mismo que que decir que llevaba uno, como tampoco lo es llamarlo cavernícola sólo por que siguió sus instintos y no los pudo contener.
El compositor francés Alexandre Desplat (El discurso del rey, El Árbol de la vida), quien ya había colaborado con Polanski en El escritor oculto, es el resposable de la banda sonora.
Aunque la cinta esta situada en Brooklyn, Nueva York, se rodó en París debido al problema legal del director, que le impide ingresar a los Estados Unidos.