Un día lluvioso en Nueva York

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

JUVENTUD ACUMULADA

Fue sobre fines de los 90’s que Woody Allen comenzó a buscar álter egos, tal vez cuando se cansó de verse a él mismo en la pantalla o cuando se dio cuenta que sus personajes ya no encajaban tanto con su edad. Recuerdo en Celebrity, por ejemplo, a un esforzado Kenneth Branagh ocupando el rol que el director y guionista ocupaba hasta una película antes. Pero fue en 2003 con La vida y todo lo demás que, además de un álter ego, lo que empezó a buscar Woody Allen fue juventud, intérpretes generacionales para refritar sus obsesiones y temas de siempre; como si pudiera vampirizar aquellas hormonas juveniles para tomar nueva vida cinematográfica. Allí fueron Jason Biggs y Christina Ricci los encargados, como más acá en el tiempo Jesse Eisenberg y Kristen Stewart los que recrearon la pareja woodyalleniana, aquella compuesta por un hombre histriónico y obsesivo y una mujer mucho más centrada y liberal. En este contexto, una película en apariencia ligera y menor como Un día lluvioso en Nueva York es que cobra mayor sentido y se vuelve necesaria. Porque Allen encuentra en Timothée Chalamet y Elle Fanning no sólo dos intérpretes que replican estereotipos habituales de su cine, sino que además representan dos fuerzas naturales muy energéticas que le dan verdadero brío e intensidad al relato.

Un día lluvioso en Nueva York no presenta ninguna novedad, como no lo presenta ninguna película de Allen desde los años 90’s hasta el presente. Desde entonces que Allen vuelve tras sus pasos una y otra vez, volviéndose tal vez autorreferente de una manera que su cine no lo era antes. Si en sus películas siempre estuvo presente una suerte de caricatura de él mismo, fue en los 90’s y a partir de las disputas y denuncias con Mia Farrow que además de la caricatura de él mismo comenzó a filtrarse una cierta referencia a su vida privada, la cual era traficada con algunos dardos envenenados contra la prensa, contra Hollywood o contra las instituciones, como pudimos ver en Maridos y esposas, Los secretos de Harry o La mirada de los otros. En Un día lluvioso en Nueva York, por ejemplo, cuando un personaje señala retóricamente al oficio más antiguo del mundo, alguien pregunta “¿el periodismo?”. Pero digamos que esta comedia romántica protagonizada por Chalamet y Fanning es tan diáfana y ligera (fotografiada increíblemente por Vittorio Storaro, como Café Society), que esa pequeña maldad que se filtra es algo de lo poco que Allen se permite.

En Un día lluvioso en Nueva York los temas y conflictos son los mismos de siempre, los hombres adultos seducidos por mujeres jóvenes, los jóvenes con sus inseguridades y sus frivolidades a cuesta, los sectores intelectuales como espacios de una banalidad y esnobismos supinos, la gente del cine como adultos absolutamente frágiles, la distancia cultural entre la gran ciudad y los que llegan desde el interior norteamericano. Los personajes de Allen podrán usar ahora smartphones, pero el tiempo parece congelado en un imaginario donde la tecnología no ha modificado para nada las relaciones humanas. Y no sólo los temas y los conflictos son los mismos, sino además los resortes y recursos que utiliza Allen para contar su historia son los que hemos visto infinidad de veces, tomando elementos de varias de sus películas y volviéndolas a mezclar. Por ejemplo aquí, en la subtrama que protagoniza Fanning tenemos algo de lo ya visto en la pobre De Roma con amor, y que era a su vez un homenaje a El sheik de Federico Fellini. Tenemos a una pareja de jóvenes, ambos universitarios, que planean unos días en Nueva York: él, en verdad, espera poder escapar de una reunión social organizada por su madre mientras le muestra su ciudad a la chica. Los amantes se separan por medio de esos giros antojadizos de las películas de Allen y lo que sigue será el vagar de ambos por la ciudad, en solitario, mientras se cruzan con diversos personajes y surge el típico relato coral, la comedia de enredos. Nada nuevo bajo el sol… o bajo la lluvia, en este caso.

¿Qué hace especial a esta película, entonces? La clave son Chalamet y Fanning, dos jóvenes talentos que se entregan enteros y divertidos al juego de la representación del universo alleniano, en una suerte de reconocimiento generacional al maestro (lo que hayan dicho después ya es anécdota porque no pertenece al momento de concepción de la película). Es como si por medio de la vitalidad que ellos le aportan al relato (también Selena Gómez) la película y el propio Woody tuvieran una energía que le faltaba al cine del autor en los últimos años. Allen ha tenido buenas y malas películas, pero aquí estamos ante un caso diferente: Un día lluvioso en Nueva York es una de esas del montón que Allen ha intentado filmar en los últimos 20 años y que raramente le salen. No es demasiado esforzada (no es Blue Jasmine, no es Café Society), pero es alegre y amable, con varios onliners perdurables, con algo de aquella chispa perdida, capaz de hacer de cada giro repetido una novedad. En Un día lluvioso en Nueva York, además, se respira esa lluvia, ese olorcito a tardecita de ciudad, esa urbanidad, ese cemento, esa inquietud intelectual que Allen ha estampado como el motor de la juventud y la lápida de la vejez. Es como si el director hubiera recuperado su juventud al rodar nuevamente en su ciudad, y luego de su larga estadía europea (que ahora amenaza con volver). Como dirá algún personaje sobre el final: “Necesito el monóxido de carbono para vivir”.