Un día lluvioso en Nueva York

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Se estrena “UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK”, la última película de Woody Allen, la cita habitual con el cineasta de Manhattan, luego de sus últimos trabajos, la maravillosa “Wonder Wheel – La rueda de la Maravilla” y “Café Society”. Muchos dirán que Woody ya ha perdido la magia, que con sus más de 80 años su cine luce cansado, falto de ideas, reiterativo, sin demasiadas novedades para contar.
Otros verán sin embargo, esa pulsión de seguir escribiendo y ganarle al tiempo, el encuentro anual con sus seguidores, sus personajes que innegablemente parten de su pluma con todas sus obsesiones, sus manías, sus neurosis y sus búsquedas recurrentes en toda su filmografía.
Personajes que no se involucran ni con modas, ni con imposiciones, ni con determinadas coyunturas: Woody sigue escribiendo lo que él quiere mostrar, escribe desde su propia esencia sin ningún tipo de complacencias y enfrentando cualquiera de los rumores que circulan en las primeras planas de los medios respecto de su vida privada. “UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK” sigue siendo una cándida historia de personajes, de esos que siempre han poblado el cine de Woody invariablemente.
Lo que emerge a primera vista es que Woody se sirve de personajes que apenas rondan los treinta, pero sus problemáticas, los conflictos que plantea en su cine, siguen siendo aquellos que encajan mucho mejor en el universo de los que ya pasaron (pasamos) holgadamente los cuarenta.
Algo de esto hace ruido en un principio y parece, por momentos, una pareja salida de una película de los años ’50 con modales que no parecen condecir con un universo millenial, pero una vez más, se ha rodeado de un elenco soñado, y como gran director de actores que ha demostrado ser a lo largo de toda su carrera, logra interpretaciones notables que permiten que esta disonancia sea salvada y que algunas de las líneas de diálogo que parecen no sincronizar con sus protagonistas, puedan ser completamente “perdonadas”.
En este caso narra la historia de Ashleigh (Elle Fanning), una periodista estudiantil que es enviada por su Universidad a la Gran Manzana, a entrevistar a un renombrado director de cine, Roland Pollard (a cargo de Leiv Schreiber) que está lanzando su última película en el medio de una enorme crisis existencial.
Si bien ese director insatisfecho con sus últimas producciones, inseguro, al borde del ataque de nervios puede ser claramente identificable con alguna de las facetas de Woody en los tiempos que corren, donde se lo podrá ver reflejado con mucha más precisión, es en el personaje de Gatsby Welles, el novio de Asheligh, a cargo de Timothée Chalamet (el mismo de “Call me by your name” “LadyBird” o “Beautiful Boy”).
Chalamet se convierte en su alter ego perfecto, brindando una composición realmente sorprendente: aparecen rasgos de Woody en sus gestos, en su decir, en su andar, en su halo de intelectual neurótico que intentará, como en una suerte de Pigmalion urbano, acompañar a su novia a esa Nueva York que él tanto parece conocer, para que la descubra junto a él, de su mano, bajo su mirada y compartir esos rincones que quiere develarle.
Pero nada de lo planificado sucederá cuando Ashleigh llegue a esa ciudad completamente cosmopolita, absorbente y magnética.
Su carga naïf e ingenua y su simpleza pueblerina se estrella con el mundo de ese director en crisis que la va llevando, casi sin proponérselo, a su círculo de fiestas, actores estrella, productores, “los cinco minutos de fama” y el showbizz.
De esta forma Ashleigh conocerá al guionista del film (Jude Law) y tendrá un flechazo (?) con el actor principal y estrella de ese filme de ficción (Diego Luna), todos ellos mostrando, junto con el director entrevistado, dudosas intenciones respecto de su acercamiento a la joven estudiante.
Woody parece por momentos desafiar al sistema con un personaje completamente a contrapelo de las mujeres empoderadas que pueblan el cine en la actualidad, volviendo sobre los temas que le interesan y construyendo una vez más a su protagonista desde la candidez que tenía por ejemplo Mira Sorvino en “Poderosa Afrodita”, Evan Rachel Wood en “Si la cosa funciona” o Emma Stone en “Magia a la luz de la luna”, como para mencionar algunos ejemplos de sus heroínas más recientes y que le sienta tan perfectamente bien a Fanning.
Como en todo buen opus de Allen que se precie de tal, hay diálogos jugosos, mucho humor e ironía, referencias y autoreferencias de todo tipo, tanto a su propio cine como a la industria en general. Si bien en algunos tramos se extraña el sarcasmo y el espíritu burlón que había desplegado sobre el mundo de los artistas en “Disparos sobre Broadway”, hay algunos dardos que, en tono de comedia, constituyen los mejores momentos del filme.
Gatsby por su parte, quedará como vagando en esa New York que él parece conocer en cada recoveco, pero que sin embargo le depara un viaje diferente, un viaje hacia su propia historia que redefinirá el vínculo con su madre y hará que reflexione sobre el golpe de timón que su vida necesita para seguir su propia corazonada.
Nada asombra en “UN DIA LLUVIOSO EN NUEVA YORK” pero tampoco nada desentona: quizás Woody no tenga nada demasiado novedoso para contar pero nos lleva nuevamente de la mano, en una historia de amores desencontrados y de nuevas oportunidades, en la ciudad que mejor le sienta y que más hemos conocido gracias a sus películas.
Nueva York, aún bajo la lluvia, sigue luciendo hermosa, bajo la luminosidad indiscutible que logra en cada trabajo el ojo entrenado para una fotografía perfecta, como sólo Vittorio Storaro puede hacerlo.
Al ritmo de un jazz, a veces de un blues, Woody vuelve a seducir una vez más con una historia pequeña, simple –extrañando esa profundidad con que su cine nos ha seducido en plenos ’80-, pero dejando que su pluma nos lleve, como siempre, a estos personajes adorables que su cine frecuentemente nos regala y que lo mantiene vital y filmando, con más de 50 películas detrás de la cámara.