Un día lluvioso en Nueva York

Crítica de Jésica Naftal - Loco x el Cine

Después del escándalo en el que se vio envuelto con las polémicas acusaciones del #MeToo, Woody Allen logra, al fin, estrenar su película número 50. Si bien se encuentra lista hace ya un año, para la entrega anual a la que el director nos tiene acostumbrados, Amazon la mantiene inédita. El gigante decidió desentenderse de los derechos de exhibición, por lo que el guionista realizó una demanda de casi 70 millones de dólares por romper un contrato que incluía la financiación y distribución a futuro de cinco proyectos de largometraje. De hecho el estreno en Estados Unidos todavía no tiene fecha (ni siquiera en la propia Nueva York), al igual que tampoco verá la luz, al menos por ahora, en una considerable cantidad de países del globo. En Argentina tiene fecha para el 7 de noviembre.

Día de lluvia en Nueva York (A Rainy Day in New York) cuenta la breve e intensa visita de Gatsby y Ashleigh a La Gran Manzana. Gatsby, excéntrico con traumas familiares de niño rico, (un fresco Timothée Chalamet como alter ego de Allen en el papel que éste solía interpretar de joven) planea todo un día para recorrer la ciudad natal junto a su novia, aprendiz de periodista, que realizará una importante entrevista en la ciudad (la divertida y genial Elle Fanning). Pero su fin de semana romántico se ve truncado para ambos, y lo que prometían ser 60 minutos de separación se estirarán de forma inevitable hasta pasadas la medianoche. Cada cual va a vivir un día donde la lluvia no aflojará y donde nada saldrá según los planes.

 

Si algo tiene de destacable esta película no son las sorpresas (improbables causalidades), ni los temas abordados (los mismos 5 de siempre), ni los diálogos existencialistas (aunque sutiles y logrados). Lo elogiable es descubrir que en el quincuagésimo film del director la fórmula mágica Nueva York + desencuentros + jazz sigue siendo efectiva. No es la mera zona de confort de Allen, sino su forma de ratificarse y de volver al mismo lugar, los mismos gestos, la misma melancolía, pero de otro modo. Volver a mirar con distancia y enmarcar todo bajo la hermosa y elegante luz de la lluvia.

 

Y para darle ese preciso tono la elección para director de fotografía sigue siendo Vittorio Storaro, por tercera película consecutiva. El agua cubre las calles de la gran ciudad, las paletas jazzeras tiñen los bares neoyorkinos que podrían confundirse con los años ´30, y los relojes cantan en un Central Park triste, mojado. El destacado DF, que comenzó a trabajar junto a Woody en el 2016 con Café Society y continúa a su lado, brinda un clima asincrónico, distinguido, lleno de una melancolía cómica, característica de la firma Allen.

 

Por último, muchas cosas pueden decirse de este nuevo título y de su director (por ejemplo la diferencia de lugares que se les otorga a hombres y mujeres y su evidente relación con las acusaciones) acerca del poco arriesgue, o de la falta de interés en las explicaciones y concordancias o el hecho de no tener la cantidad suficiente de chistes ni de introspección, y quedarse a medio camino de ser una película de humor o drama. Lo cierto es que Woody nunca necesitó ningún extremo más que el de neurótico para crear un patrimonio de películas con producción continua e ininterrumpida. Películas que incluso en sus versiones menos destacadas mantienen una calidad mayor al promedio de cualquier industria cinematográfica.

La máquina Allen continúa cayendo de pie.