Un día lluvioso en Nueva York

Crítica de Franco Valente - Cinéfilo Serial

La extensa trayectoria de Woody Allen (en 1969 estrenó su primera película y, salvo en 1970, 1974, 1976 y 1981, en cada año lanzó un largometraje) se vio afectada por los escándalos sexuales donde él se encuentra sumergido. “Un día lluvioso en Nueva York” tenía su fecha de estreno en 2018, pero dadas aquellas polémicas, se había pospuesto por tiempo indefinido, siendo la primera vez en 38 años que no salió a la luz uno de sus films. Sin embargo, el 7 de noviembre, se lanzará en Argentina esta nueva entrega dentro de la prolífica obra de este director.

Gatsby Williams (Timothée Chalamet) y Ashleigh Enright (Elle Fanning) son novios, quienes se conocieron en la Universidad. Allí, Ashleigh consigue la oportunidad de viajar a Nueva York para entrevistar a un particular y famoso director de cine, Roland Pollard (Liev Schreiber). Entonces, Gatsby decide organizar un fin de semana allí para que su novia pueda hacer su trabajo y, además, llevarla a conocer la ciudad. Allí, ambos serán parte de una serie de eventos peculiares que pondrán en conflicto su relación.

No es noticia que Woody Allen sitúe esta historia en Nueva York: algunos de sus films rememoran aquella ciudad y se apoyan en la nostalgia de una época que se desvanece cada vez más a medida que el tiempo transcurre. En este film, cuyo guion fue escrito por él, el recurso es el mismo. Igualmente, ante esta aparente repetición, la historia se desarrolla con soltura y el ambiente generado por la música de fondo y el trabajo del director, hacen de ésta una película disfrutable. Si a aquello se le suma el humor inteligente de Allen y un buen desarrollo de los personajes, en cierto punto es una fórmula que jamás puede fallar.

Chalamet y Fanning forman una dupla interesante, donde es posible ver cómo encarnan a dos personas con características opuestas pero que, igualmente, se comprenden. Ambos tienen la posibilidad de desenvolverse frente a la cámara no sólo como dúo, sino también individualmente ya que el director va jugando con las aventuras por las que cada uno atraviesa. Quizás cueste un poco introducirse en la trama en términos de identificación, pero al final, el entretenimiento es alcanzado.

En la música, en la escenografía y en ciertos elementos a los que se hace referencia dentro de los diálogos, Woody Allen vuelve a homenajear a Nueva York. Ni hablar del nombre del protagonista, que rememora al singular magnate creado por el escritor F. Scott Fitzgerald (en su libro “El gran Gatsby”). A su vez, el director realiza una crítica social un poco fuerte pero que se suaviza con sus característicos gags humorísticos, creando un producto interesante y en el cual es posible observar la marca de Woody Allen.