Un cuento chino

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Una vaca cayó del cielo

Ricardo Darín se ha convertido a lo largo de estos últimos años en la figura indiscutible del cine argentino. Sus películas, además de conquistar la taquilla, logran con su sola presencia elevar el nivel artístico gracias a su incuestionable histrionismo actoral. Un cuento chino (2011) no es la excepción.

Roberto (Ricardo Darín) está por llegar a los 50 y la vida (o la guerra de Malvinas) lo ha convertido en un tipo tosco, solitario y bastante obsesivo. De profesión ferretero tiene un único hobby: coleccionar recortes con noticias insólitas. Un buen día, mientras camina por la ciudad, se encuentra a un chino recién llegado al país y que no habla ninguna palabra de español. “El chino” (Ignacio Huang) terminó en Argentina luego de que una vaca que cayó del cielo y se llevó la vida de su prometida. Sin poder comunicarse, sin dinero y con una dirección de un pariente que yo no está, Roberto se hará cargo de este singular personaje que moverá las estructuras de un hombre que pareciera no reaccionar frente a la vida.

Un cuento chino es una película de humor pese a que se articula a partir de la tragedia, y ese humor recae en la actuación de Ricardo Darín que logra dotar a su personaje de un temperamento atípico. A pesar de construir un ser apático, poco querible y con cero identificación logra trasladar que el espectador termine riéndose de la tragedia.

Sebastián Borensztein tiñe al film de la atemporalidad necesaria para provocar el efecto deseado. Si no fuera por los autos ubicados en el exterior uno no podría definir la época en la que transcurre la historia, más allá de algunas referencias temporales. Dicho resultado se logra a través de un minucioso trabajo en la dirección de arte. Cada detalle es cuidado al máximo para determinar la personalidad de los personajes y porqué atraviesan ese estado agónico del que parecieran no querer salir, sobre todo Roberto. Así veremos elementos que remiten a diferentes épocas como sí el tiempo nunca hubiera transcurrido sobre la vida de ese hombre.

La historia recurre a un tercer personaje que cae en la joven actriz Muriel Santa Ana, funcionando como un contrapunto entre Roberto y “El chino”. Una interpretación justa para no desviar el eje del conflicto hacia un carril innecesario como sería la historia de amor, tópico que el film sólo plantea como subtrama de un conflicto mayor.

Una historia que parte de un disparate absurdo se convierte en una obra interesante gracias al aporte de un actor que cada día crece más y más. Y claro está a una historia que le permite lucirse. Un cuento chino que no es ningún cuento.