Un cuento chino

Crítica de Juan Pablo Ferré - CinemaScope

Vaca-yendo...

Creo que todos los que vean esta película van a coincidir en que Un cuento chino es una historia pequeña. Algunos dirán que de tan pequeña no tiene argumento válido como para hacerla durar una hora y media. Otros comprenderán que hay veces que menos es más. Un cuento chino se resume del siguiente modo: Roberto De Césare es un ferretero malhumorado y solitario que se ve obligado a alojar a un chino que se le aparece sorpresivamente y no tiene a nadie a quien acudir. Como el extranjero no habla castellano, ni el ferretero habla chino, la "relación" se torna compleja.

El segundo largometraje de Sebastián Borenzstein -que había debutado con la interesante La suerte está echada- ya es hoy un éxito de taquilla: la película más vista de las últimas semanas con más de 500.000 espectadores. Es muy probable que mucho tenga que ver con el protagonista, Ricardo Darín, sin dudas el actor más importante del cine nacional. También su oportunísimo estreno en un fin de semana largo que llevó a una cantidad inusual de gente a las salas. Pero sin dudas que el boca a boca generado por esos espectadores que la vieron ha sumado mucho a la performance de la película desde su estreno. Porque modesta y chiquita como es, Un cuento chino es una película muy amable, muy simple, muy entretenida. Es sencilla, de fácil lectura, con actuaciones muy confiables y con buenos momentos cómicos a pesar de que no genera carcajadas. En definitiva, lo que logra la dupla Borenzstein-Darín es una película para todo el mundo, que no será absolutamente adorada, aunque dejará en la mayoría un buen sabor de boca.

Roberto (Darín) es el eje principal de la película y, como de costumbre, se la come cruda. Su ferretero ortiva, casi antiguo, está muy bien construido y aún mejor logrado por esta gran estrella que es Ricardo Darín. Cada gesto, cada puteada, cada silencio está puesto en el lugar correcto por el actor fetiche de Campanella, que demuestra una vez más lo grande que es. A su lado, Muriel Santa Ana -la protagonista de Ciega a citas, la novela sensación del año pasado por Canal 7- cumple con creces su pequeño co-protagónico. Sin embargo, es el increíble Ignacio Huang -elegido en un casting-, el chino del cuento, que sin hablar una sola palabra de castellano en todo el filme logra transmitir a toda la audiencia el sufrimiento por el que tiene que atravesar. Borenzstein también remarcó la labor de Huang para orientar el guión en ciertos momentos en los que la verosimilitud parecía perderse: "un chino no haría eso", "no sería natural que un chino diga una cosa así", indicaba Huang durante el rodaje y obligaba a algunos retoques en la historia. Cuesta pensarlo, pero se podría decir que los protagonistas de este filme lograron una muy buena química en pantalla pese a no cruzar ninguna palabra en el mismo idioma. Sin dudas, un acierto del director.

No por ser pequeña la historia se puede hablar de un intento fallido. Si por momentos redunda en las mismas situaciones -la imposibilidad de comunicarse entre Roberto y Jun, la insistencia de Mari por conquistarlo o las puteadas constantes de Roberto, casi ante cualquier tontería que lo moleste- es porque logra, con una buena construcción de sus personajes, sostener esas repeticiones que son precisamente la historia coherente por la cual ellos deben atravesar. Mari persigue a Roberto porque lo quiere de verdad y no cree poder encontrar en otra persona lo que él le puede brindar. Él, por su parte, es un hombre amargado y solitario, demasiado temeroso para animarse al amor. Todo su mal humor tendrá un justificativo -quizás algo rebuscado, eso sí- sobre el final, pero no deja de ser parte de la forma en que los escritores decidieron describir a su protagonista. En cuanto a las conversaciones truncas entre Jun y Roberto, tienen que ver con lo que cuenta la historia, dos personas que no conocen el idioma del otro y el destino los hace convivir, y que en cada situación logran aportarle un toque de gracia que hace salir airosa a la escena y para nada repetitiva.

La pequeña gran película argentina del año, la más parecida a Magnolia, de Paul Thomas Anderson, el primer éxito nacional de taquilla, con un Darín notable como siempre y con una historia breve y sencilla, con mucho sentido del humor. Vale la pena verla.