Un crimen argentino

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

OTROS SECRETOS EN TIEMPOS VIOLENTOS

Basada en una novela de Reynaldo Sietecase, la historia está ambientada en diciembre de 1980 en la ciudad de Rosario, donde la desaparición de un empresario motoriza una pesquisa judicial y policial, con el obvio contexto de la dictadura de fondo aunque en lo concreto no se trate de un caso en el que los militares estén involucrados directamente. Un crimen argentino relaciona algunos tonos y géneros que suelen ser complejos para el cine nacional, pero la dirección de Lucas Combina logra que lo resultados sean al menos satisfactorios. Hay una puesta en escena rigurosa y un elenco sólido integrado por Nicolás Francella, Luis Luque, Malena Sánchez y Darío Grandinetti, aunque quien termina sobresaliendo sea el menos conocido Matías Mayer.

Si bien hay una fuerte tradición del cine argentino con el policial, es cierto que ese vínculo se daba más fuerte con los tópicos del noir, que en cierta forma se relacionan con la tragedia tanguera porteña. De ahí -tal vez- la asimilación del género y la correcta traslación a un registro más nacional. Por el contrario, Un crimen argentino se apega más a la fórmula del relato procedimental (ese que vemos sobreexplotado en series como La Ley y el Orden), en el que seguimos a dos ayudantes del juez mientras tratan de dilucidar qué pasó aquella noche en que el empresario desapareció. En esa pareja (Francella y Mayer) se dan elementos de la buddy movie, sin que la película vire decididamente a la comedia pero sí con lo que mantiene un tono más ligero entre tanto clima ominoso. En cierta medida, por tono y apuesta, por contar una época violenta del país a partir de un episodio lateral que no tiene en apariencia relación directa, se adivina un poco el molde de El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, sobre todo en sus intenciones de hacer hablar a los personajes un poco como se habla en la calle y de recrear cierta picardía nacional.

Tal vez a Un crimen argentino le falte un misterio mejor urdido, ya que prontamente todas las sospechas derivan en un único personaje. Pero Combina maneja bien la tensión y hacia el final suspende el misterio en una espera que tiene a los protagonistas como vigilantes de un testigo clave. Hay sí una escena fundamental que se resuelve con un montaje paralelo un poco confuso en relación a sus simbolismos, como es también confusa su mirada final sobre el crimen y su relación con los crímenes de la dictadura. La película abre con aquel infame testimonio del dictador Videla sobre los desaparecidos y, sabemos, de alguna manera se buscará relacionar una cosa con la otra. Ese forzamiento de algunas instancias se contradice con el rigor que previamente había mostrado la película para recrear los entresijos de la Justicia, lo cual se remata con una última escena demasiado canchera, ahí sí más cercana a cierta viveza argentina (sobre)explotada por el cine de Campanella.