Un crimen argentino

Crítica de María Paula Iranzo - Cine Argentino Hoy

“Bronca porque matan con descaro, pero nunca nada queda claro”, dice parte de la letra de La Marcha de la Bronca, de Pedro y Pablo. Bajo este manto de dudas e impunidad se suceden los hechos de Un Crimen Argentino, film que se estrena en cines el próximo 25 de agosto.
9 de diciembre de 1980, plena dictadura y un día después del asesinato de John Lennon, dos secretarios de juzgado de la ciudad de Rosario (Nicolás Francella y Matías Mayer) son enviados a investigar y resolver la desaparición de un empresario de la zona. Su mayor obstáculo será la policía que quiere hacer su trabajo bajo sus propios métodos represivos.
Basada en hechos reales -y en el libro homónimo del periodista Reynaldo Sietecase-, el film tiene todos los elementos de un thriller bien armado y llevado de principio a fin. Al igual que El Secreto de sus Ojos, el marco de la última dictadura cívico militar le da una especie de clima que se podría llamar “noir argentino”: las infames palabras de Videla en una conferencia de prensa en 1979 al comienzo de la película, la presencia casi constante de autos Falcon color verde y personas con el poder de hacer lo que quisieran. Todo esto en paralelo con un hecho que se asemeja a esos procedimientos, pero al mismo tiempo, no tiene nada que ver. Un tira y afloje entre el poder de la justicia y el poder militar.
La cinta de casi dos horas cuenta con un elenco de renombre, cuyo mayor peso recae en la dupla de Nicolás Francella y Matías Mayer, una pareja dispareja dramática con muy buenos matices y que saben complementarse uno al otro. Se resalta también la actuación de un excelente Darío Grandinetti, con un personaje que trajo muchos recuerdos de aquel interpretado por Mark Rylance en Puente de Espías (y que le valió un premio Oscar); trabaja muy bien esos mínimos detalles que logran generar una ambigüedad en el espectador. Por último, y no menos importante, completan el elenco las grandes labores de Malena Sánchez, Rita Cortese, Alberto Ajaka, Luis Luque y César Bordón. Ninguno se desperdicia y da gusto que así suceda.
Más allá de algún que otro diálogo, que al parecer obligatoriamente tenía que decirse y causaba un poco de ruido al no sentirse natural, Un crimen argentino sirve y atrapa como película. Un gran ejemplo de la calidad actual de nuestro cine nacional.