Un continente incendiándose

Crítica de Florencia Fico - Cine Argentino Hoy

Un continente incendiándose hizo del vacío una melodía de vida y desamparo
Una superposición de imágenes hacen una composición ilustrativa patagónica argentina, a la vez hace de portada a un documental cargado de reflexiones implícitas en lo que “Un continente incendiándose” se configura como un cine – ensayo. Por Florencia Fico La dirección del filme documental estuvo a cargo de Miguel Zeballos el proponía una narrativa sobre la historia de una mujer en soledad en una región bajo un clima helado y el abandono, Zeballos como una voz omnipresente piensa mientras prueba los conceptos de: vacío, memoria y muerte.
La iniciativa de Zeballos es ir y volver con la cámara, se detiene en detalles insignificantes que luego se transforman en situaciones enigmáticas.
El filma como si fuera todo un recuerdo o la memoria, cosas que aparecen y desaparecen el juego de una cinematografía en incomprensión hasta llegar a la meditación de los movimientos intolerantes casi en desvelo.
“No había cuadro que no sea del viento y la inutilidad de la puesta en escena”, comenta Miguel.
Lo que lo hace tener una visión introspectiva pero a la vez participativa del desarrollo del relato de la historia de vida de Mercedes. Cada fragmento de su obra es amalgama su viaje itinerante, lo poético de sus señalamientos y sus indagaciones personales.
Su presencia casi nula en el documental pone en manifiesto su compromiso y recorre el mundo que indaga para elaborar razonamiento.
La protagonista es la cantora Mercedes Muñóz que aceptó que el lente la persiguiera en todo su recorrido. Su trabajo como mujer rural al ser pastora de vacas, distribuidora de ganado, manipulando la naturaleza con una destreza innata. El seguimiento de sus animales y los senderos de su territorio.
La dirección fotográfica de Luis Mirás Vegas propone proyecciones de archivo del director en formatos más antiguos como de videocasetera, con tratamientos vintage.
Indicó una vídeo instalación dentro de la región con tomas panorámicas de cada montaña congelada, copa de los árboles en movimiento.
Un armado en fundido en los primeros 5 minutos que deja la sensación del acompañamiento autóctono del espacio. Por la secuencia de tomas fijas a: un río en plena lluvia y el sol se refleja esfumado, las nubes en crepúsculo entibiadas por el sol que las incendia y el rojo se hace vital, un arroyo con el punto de fuga de una choza, la flora en movimiento o desvanecida.
La figura humana y protagónica de Mercedes se da en primeros planos en pequeñas conversaciones, sus tareas, el andar, su rostro y su irrepetible mirada al horizonte. Vegas manipula las sombras de su cuerpo e iluminación natural de su esplendor en la preparación de un recital.
La música instrumental a base de piano y guitarra se posan en cada palabra dicha por los personajes de la historia. Lucía Linares encargada de la melodía del documental reflejó en tonos graves apropiados para los momentos en los que Mercedes recuerda en estrofas entonadas, cuánto buscó a su madre y a su hermano.
“Caminé tanto que empecé a caminar por el aire (…) quién es, qué hace, a donde va. Soy el corazón del desierto, soy el corazón del viento blanco, a todos pregunte en el pueblo, cuanto caminé mamita para encontrarte”, esboza parte de su melancolía cuando la vocaliza y más cuando el director le hace que la lea. Brotan lágrimas de una acorazada Mercedes que demuestra su tristeza.
A su vez cuando hace memoria de un tema romántico a sus amistades.
Las guitarras se propagan al final del filme, para cargar a la película con una búsqueda más entusiasmada de Mercedes. Cabe destacar que no hubo bandas sonoras, ni canciones solo la voz a capela de Muñóz.
El sonido de la dupla Federico Billordo y Fernando Ribero ambientan la película en tonos de la brisa, los ladridos de perros o zorros, el desguazar una gallina, la respiración acalorada y extenuada de una vaca al cabo de parir una ternera. Los ruidos de la paja, el cargar una bolsa, los pájaros despertando a mercedes, las gotas de lluvia al caer una lluvia, la lucha de Mercedes encauzando al ganado, el silencio como comodín en los muchos momentos de añoranza y apartamiento de la protagonista.
El guión de Miguel Zeballos es un tobogán de expresiones: artísticas, líticas, conciencia de una canción interminable y gélida en las palabras de Mercedes. Se aprecia que ella se olvida de las cámaras y resuelve su vida cotidiana sin problemas, muestra su belleza y sus desgracias a flor de piel.
El género documental incentiva el rol de la imagen costumbrista y el potencial de las fotografías para contar sobre otras. La averiguación de términos tan amplios como: el fallecimiento, el recuerdo y lo desierto de una región; da lugar a una visión y estilo filosófico de Zeballos con respecto a diversas situaciones sociales. La aparición de un gaucho que rasura el pelo de un caballo que conserva Mercedes, transmite ese toque rupestre.
Aunque cae su fundamento del vacío en el cual halla en Mercedes, la imposibilidad de esto por su relato de: esa hija, madre, abuela, compositora, trabajadora que lo es y fue.
Su constante rememorar su vida hicieron del filme una conmovedora carta de pasado con desapariciones, lo llena de vigor que está ella en su región aunque quiera irse. El acompañamiento de su hija y nieta con la que juega.
El color de sus vestimentas cuando regresa a los escenarios con camisas coloradas y estampadas y maquillaje, como contrapunto de su ropa en la zona rural.
Su tonada seca al cantar a medio tono ponen alma al filme y el viento es la capa que protege el espíritu de la película que dura 72 minutos.
Puntaje: 75