Un camino hacia mí

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

Un ejemplar prototípico de esa especie de subgénero de la literatura y el cine norteamericanos que es el “coming of age” -esas historias sobre el fin de la inocencia que marcan el paso de un adolescente hacia cierta madurez-, UN CAMINO HACIA MI acumula los elementos que han hecho tan querible a ese tipo de tramas: familias disfuncionales, vacaciones de verano, parque de diversiones, pueblo chico con playa, un primer atisbo de romance, personajes secundarios curiosos y la celebración de la amistad menos pensada. Lo único en lo que el filme dirigido por los guionistas de LOS DESCENDIENTES, Nat Faxon y Jim Rash, no cumple con el canon es que no se trata de un filme de época. Pero, en el espíritu (y la dirección de arte, el vestuario, la música de Mr. Mister y REO Speedwagon y hasta la fotografía “instagrámica”), es como si lo fuera también. O los pueblitos chicos cambian poco con el tiempo o los guionistas, originalmente, querían hacer una película situada en los ’80…

THE WAY, WAY BACKLa película narra la historia de Duncan (Liam James), un chico de 14 años que va con su madre, Pam (Toni Colette) y la nueva pareja de ella, Trent (Steve Carell), a pasar unas vacaciones a un pueblito donde Trent tiene una casa. En esa especie de “spring break para adultos”, los padres estarán en la suya –y metiéndose en conflictos de pareja- mientras que Duncan, un chico bastante opaco y tímido pero perturbado por su nuevo “papá”, termina entablando una relación con una vecina pero, más que nada, empieza a trabajar en un parque de diversiones acuático en el que se hace amigo de Owen (Sam Rockwell), un prototipo de otro clásico personaje del cine americano: el “loser” que ronda los 40 pero se sigue comportando –y jugando al Pac-Man- como si tuviera 21.

Todo en UN CAMINO HACIA MI fluye como si recorriera un mapa trazado incontables veces antes. No lo hace mal: los actores son muy buenos (en especial se luce Carell como un temible futuro padre, Colette como la confundida madre y la gran Alison Janney como una vecina divorciada algo pesada) y la relación que se establece entre Duncan y Owen tiene momentos de verdad y emoción, pero se parece más a una película sobre otras películas que a una historia apoyada en experiencias reales. Casi un grandes éxitos del subgénero –amable, querible, por momentos enternecedora-, pero no mucho más que eso.