Un camino hacia mí

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Relájate y goza

Reconocidos actores de cine y TV, Nat Faxon y Jim Rash se consagraron en la industria cuando ganaron (con Alexander Payne) el Oscar al mejor guión por Los descendientes. Pero si algo les faltaba para convertirse en figuras de verdadero peso en Hollywood era demostrar que también podían dirigir. Con su ópera prima, Un camino hacia mí, han llenado ese casillero. Anótenlos. En serio…

Lo que podía haber sido una (otra) historia coming-of-age veraniega sobre un adolescente parco, traumado y tímido se convierte en manos de esta dupla y de sus brillantes actores (ellos dos incluidos) en una tragicomedia agridulce de una belleza, fluidez, frescura y sensibilidad que el cine independiente norteamericano no conseguía desde… Adventureland.

El antihéroe del film es Duncan (Liam James), un chico de 14 años que vive con su madre divorciada (extraordinaria, como siempre, Toni Colette) y sale de vacaciones con ella, con su hermana mayor y con su nefasto padrastro (un Steve Carell impecable en un papel monstruoso al que no se puede más que odiar). Con semejante hombre manipulándolos a él y a su mamá, y con un padre ausente, no tardará en encontrar en un extraño tan entrañable como torpe y divertido la figura masculina que andaba necesitando.

Me detengo aquí: el “padre sustituto” es una de las creaciones cómicas (con tanto de humor como de emoción) más logradas del año y llega gentileza de ese gran actor -subvalorado- que es Sam Rockwell. Su Owen, el irresistible manager de un parque acuático en el que Duncan trabajará (se refugiará) sin que su madre lo sepa, es un personaje al que -al contrario del de Carell- no se puede más que amar, al igual que a sus compañeros del lugar (Maya Rudolph y los propios Faxon y Rash).

La película, por supuesto, tiene una subtrama romántica (hay una chica algo mayor y bastante más avispada que despertará el interés de nuestro muchachito), personajes secundarios queribles (la delirante Allison Janney) y despreciables (el de Amanda Peet), pero lo interesante aquí es ir apreciando cómo los directores arman el rompecabezas de gags, diálogos filosos, observaciones incisivas, irrupciones romántico-erótico-sexuales, humor negro y un profundo humanismo con una elegancia y soltura que no abundan.

Es cierto, como decían algunos colegas, que por momentos al film se le notan algunas costuras, le afloran ciertos lugares comunes, se transforma en una película de guión(istas), pero Faxon y Rash jamás pierden el rumbo. No todos los momentos son igual de brillantes, profundos e inteligentes (ninguna película sostiene la excelencia durante hora y media o más), pero aún cuando se pueda descubrir algún pasaje no del todo logrado, uno siempre quiere saber qué les pasará a cada una de las criaturas aquí retratadas. Un camino hacia mí regala un universo construido con mucha onda, concebido con esa maestría que no es ostentosa (hacen fácil lo difícil). Uno de esos films a los que hay que abrirse, dejar los prejuicios de lado y, sí, relajarse, divertirse y conmoverse. Puro disfrute.