Un buen día

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

¿Qué hicimos para merecer esto?

Resulta un verdadero desafío para unos pocos atravesar los 95 minutos de Un buen día sin indignarse, violentarse, avergonzarse y en el menor de los casos reírse. Cuando un compendio de frases cursis que atrasan 45 años -por lo menos- viene acompañado de pretenciosas reflexiones sobre temas serios como la vida, la muerte, el tiempo, la fugacidad y el amor, la falta de respeto al espectador y a la metafísica abre el interrogante que obliga a redefinir conceptos tales como mediocridad, chatura intelectual y sensibilidad.

Decir que la película de Nicolás Del Boca es mala o mediocre no sería justo para filmes malos y mediocres que por lo menos no le toman el pelo a la gente y se contentan con cumplir con la mínima cuota de entretenimiento. Tampoco apelar al salvoconducto de film televisivo alcanzaría para justificar lo injustificable dado que por fortuna la calidad de las telenovelas argentinas y las series es 10 veces superior a cualquier plano o escena de este mamarracho sobreactuado hasta decir basta por Aníbal Silveyra y Lucila Solá, que lamentablemente se apoya en la misma estructura narrativa empleada por Richard Linklater en su díptico Antes del amanecer y Antes del atardecer, dos obras maestras que humildemente recomiendo a Nicolás Del Boca y equipo alquilar un buen día de estos para aprender algo de cine y de diálogos (eso va para Enrique Torres) que no suenen a aforismo de sobrecito de azúcar.

Parafraseando el dicho popular: la culpa no es de los actores sino de quienes los dirigen haciendo extensivo claro está el sayo a quien escribe esas ridículas frases que buscan un tono emotivo o guiño afectivo con el público sin olvidar por supuesto todos los lugares comunes sobre el ser argentino y la catarata de rasgos que lo hacen único e irrepetible -por no mencionar ese ridiculo viraje fantástico injustificable y arbitrario por demás- ese dejo de melancolía tanguera berreta y poco creíble hoy en el 2010.

En lugar de contar la historia, si es que puede concederse que detrás de Un buen día había una historia que valga la pena contar, sobra con aclarar al lector y futuro espectador que cuando una película con aires de superioridad como esta trasluce en cada frase altisonante de sus personajes la idea de ‘ya sé lo que me vas a decir’ el resultado está a la vista y no hay nada que pueda redimirla o valorarla porque no sólo enfatiza sus limitaciones narrativas de antemano sino que prejuzga al que está del otro lado con un arrogante sentido didactista que lleva a preguntarse ¿qué hicimos para merecer esto?.