Un buen día

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Culebrón metafísico

Un hombre y una mujer, atormentados por sus pasados, se cruzan en los Estados Unidos.

Por su estructura, sólo por su mera estructura, podríamos llegar a vincular a Un buen día con películas como Antes del amanecer , de Richard Linklater. Veamos: un hombre y una mujer que se encuentran por azar, lejos de sus lugares de origen, y que, a lo largo de una morosa caminata catártica, van tomando distancia de sus cotidianeidades y creando una intimidad tan intensa como fugaz. Una intimidad que tal vez sólo es posible en esos encuentros mágicos, casuales, ajenos a las erosiones de la rutina. Y que dejan la marca indeleble de lo efímero, la que jamás se erosiona por el paso del tiempo.

Esta es la única comparación posible entre Un buen día , que luego va derivando hacia la fantasía metafísica, y un filme logrado. Porque, más allá de algunos aciertos en los rubros técnicos, la película de Nicolás del Boca, con guión de Enrique Torres, es fallida. Sus diálogos “sobreescritos”, casi impostados, suenan ampulosos y antiguos, cercanos a una sucesión de aforismos. La música, incesante, funciona como un subrayado dramático meloso, innecesario, que termina por ser molesto. Las puestas son muy pobres, sobre todo en flashbacks que remiten a situaciones trágicas. Y, para colmo, abundan los golpes bajos o, por lo menos, las situaciones lacrimógenas, típicas de culebrones.

Manuel (Aníbal Ferreyra) y Fabiana (Lucila Solá, novia de Al Pacino en la vida real) se cruzan en Long Beach, California. El (una suerte de seductor a lo Cacho Castaña) es un actor fracasado, que intenta escribir el guión de una película; ella, una estudiante de Derecho (mucho más bella y joven que él), distanciada de su padre y muy perturbada. Ambos cargan con dramas personales que irán surgiendo, de modo abrupto, poco verosímil, en medio de la gran caminata juntos a orillas del mar.

Un buen... recorre los problemas del “ser” argentino, sobre todo del ser argentino en el exterior. No faltan la crisis de 2001 ni las escenas de tango. Durante casi todo el filme, Andrea del Boca (madre de Fabiana) es una voz preocupada en el contestador de su hija. Sobre el final aparecerá, en una secuencia breve pero reveladora, a pura lágrima mejilla abajo. El sello de su padre legendario, creador de ciclos televisivos como Andrea Celeste , Antonella , Celeste, siempre celeste o Perla negra , entre otros