Un año de danza

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Ganancias y pérdidas

Es vox populi que pertenecer al cuerpo de danza estable de cualquier teatro del mundo es realmente difícil y sacrificado para cualquiera que acepte el desafío. Entre las pérdidas y las ganancias, el balance final posiblemente aparece cuando se corre el telón y el público devuelve un cálido aplauso por la tarea realizada.

Por eso pensar a la danza y a la enseñanza de baile clásico como una meta de un niño resulta en primer lugar dudoso de creer pero al ver en acción a los protagonistas de este documental de la directora Cecilia Miljiker se despejan dudas y se reafirma esa idea directriz que sigue toda pasión por algo. El corazón late más fuerte cuando se hace lo que uno quiere y los niños y niñas, acompañados por sus padres, que deciden probarse para ser elegidos en el teatro Colón coinciden en ese deseo de querer bailar bien. No se olvidan que son niños además de futuros o potenciales bailarines clásicos.

Un año de danza se instala en los entretelones de la escuela de danza del teatro Colón y divide el relato entre ensayos, pruebas, clases, charlas y testimonios de los aspirantes que oscilan entre los 8 y 12 años.

En esos niños representativos de un grupo mayor se sintetizan los universos de la danza y la niñez de manera perfecta. La coexistencia de una vida para el baile clásico en años lectivos donde a veces el esfuerzo en el preparado de coreografías en el teatro Colón se refleja en los rostros cuando los profesores exigen una cuota más de rigor.

Sin tratarse de una propuesta original, la singularidad del documental es la empatía y sintonía con el sentido común al indagar a los entrevistados sobre aspectos de su propia rutina cambiada más que temas puntuales que hacen a la técnica o al baile.