Un amor imposible

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Pescando Ilusiones

Según la gacetilla de prensa, Un Amor Imposible, se basa en una novela que pretende satirizar la forma en la que el gobierno británico (y acaso cualquier gobierno imperialista) hace lo imposible por cambiar la imagen negativa que el pueblo puede tener de ellos. La estructura narrativa del libro se basa en el intercambio de mails (como si fuese un diario) entre los personajes protagónicos.

Teniendo en cuenta, que el humor político británico suele ser bastante ácido y crítico, no tengo dudas que el tono elegido para adaptarlo cinematográficamente, no fue el apropiado, e incluso, me atrevo a decir que dieron vuelta el mensaje de la historia.

Como bien dice el título original en inglés, la película narra la historia de un jeque de Yemen que pretende criar salmones para implementar la pesca en su pueblo. El problema es que no hay salmones en la región porque el clima y la temperatura del agua no son apropiadas. Por esto mismo, la representante legal del Jeque en Inglaterra, Harriet (Blunt) le pide a un doctor especialista en pesca, el Dr. Jones (McGregor) que trabaja para el Ministerio de Agricultura, que se las ingenie para llevar salmones a Yemen.

La idea es ridícula, pero la jefa de prensa del primer ministro británico la quiere implementar como publicidad positiva acerca de las buenas relaciones entre un país de medio oriente y el imperio británico, para distraer al pueblo sobre las malas maniobras que hizo el gobierno en el conflicto de Afganistán. Jones y Harriet viajan a Yemen para conocer el honesto plan del Jeque (Waked). Ambos no solamente depositan su “fe” en el proyecto, sino que se van enamorando de a poco, al mismo tiempo que viven un momento de “crisis” con sus respectivas parejas.

Es una verdadera lastima que una vez que Ewan McGregor se muestra suelto, cómodo y espontáneo con un personaje y Emily Blunt, transmite emoción y credibilidad con un personaje, ambos tenga que sufrir trabajar con un guión tan pretencioso y obvio como el de Simon Beaufoy. El guionista de la paupérrima ¿Quién quiere ser Millonario? se une al romanticón de Lasse Hallström para realizar una obra política, a la que no le interesa la política, sino “llegar al corazón” con el retrato de dos perdedores en el amor que se “encuentran” en medio oriente, gracias a los sanos y moralistas consejos del jeque.

No solamente es cursi, repleta de clisés e imágenes metafóricas obvias (el Dr. Jones camina a contramano de todos, al igual que el salmón. ¿No se hizo muchas veces esto?), la ironía política pasa de lado cuando Hallström decide convertir la crítica en fantasía, y todo termina como un cuento de hadas de Disney. La guerra y los soldados terminan siendo banalizados. El conflicto razón contra fe no se profundiza. Toda la sátira es reducida a un par de diálogos literales, y solamente las expresiones caricaturescas de Kristin Scott Thomas (se maneja bien en la comedia) aportan un poco de humor inglés y parodia política, pero en forma superficial.

Un trama principal que no avanza, por lo que necesita el apoyo de subtramas predecibles y forzadas forman una película que no nada, que se estanca, que no genera ni emoción, ni simpatía, ni empatía. La artificialidad de la puesta en escena de Hallström, un especialista en comedias dramáticas romanticotas, no permite que nos involucremos con el conflicto de los personajes. Ahí es donde contrastan las interesantes interpretaciones con la dirección. El tono nunca se define. No voy a decir que Hallström es santo de mi devoción, pero al menos, con Las Reglas de la Vida, Chocolate y especialmente Atando Cabos (película injustamente maltratada) había logrado climas más interesante, micro universos simpáticos, que tocaban alguna fibra. Acá no. A pesar de fotografía cálida, el tono es frío, denso, indefinido. Y encima los salmones se parecen a las pirañas de la película de Alexandre Ajá.

Una comedia que no saca una sonrisa (ni siquiera en forma involuntaria); un romance sin tensión; un drama sin conflicto. Solo un espejismo en el desierto. Ni una canción de Calamaro la salva del aburrimiento.