Un amor imposible

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

“Un amor imposible” está tan lejos del título de una película romántica pochoclera como tan cerca de la cruda realidad de los personajes del filme de la francesa Catherine Corsini. Dos personas de mundos antagónicos pueden vivir un momento pasional entre sábanas, quizá inigualable, pero a la hora de cotejar proyectos de vida y sueños, todo se desvanece. La realizadora de “Tiempo de revelaciones” y “Partir” narra una historia de amor aparentemente convencional, en la que se opone Philippe, el muchacho intelectual y aventurero, con Rachel, la joven bella y trabajadora, cuya máxima ambición en la década de los 50 era formar una familia. Nada más, o nada menos. Esa confrontación de sueños es un punto alto del filme, pero más lo es cuando empiezan a aparecer a modo de señuelos frases como “no siempre podemos tener lo que queremos” o “en el fondo todos estamos solos”. Luego, Rachel quedará embarazada y Philippe no tiene ni la menor intención de darle el apellido a su hija Chantal. Una voz en off cuenta la historia mientras todo se torna más oscuro de lo imaginable, y se va exponiendo el desgaste de las relaciones con el paso del tiempo. El final incluye una frase para anotar en un mural. Para mirarla, tomar nota y verla otra vez.