Un amor en tiempo de selfies

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

¡Ojo con los mediáticos!

El histriónico Martín Bossi en su primer protagónico para el cine, se pone en la piel y la cabeza de Lucas, un artista de teatro independiente sin participación en las redes sociales. Es un solitario que convive con su perro en un bohemio departamento de San Telmo. Amante de las relaciones sin compromiso, exceptuando sólo lo que tenga que ver con el arte y la actuación. Su único vínculo fuerte es con el teatro alternativo, del que sobrevive actuando y dando clases.

En la vereda de enfrente está Guadalupe (la novel María Zamarbide), una muy joven y bella profesional de la comunicación mediática, que llega al taller de Lucas por recomendación de su jefe, para desestructurarse, aprendiendo a manejar el temor de hablar en público y mejorar su ascendente carrera empresarial. Mientras él piensa al arte desde el sacrificio y la austeridad; ella es práctica, hiperactiva y está más que integrada a un mundo que no cuestiona, al menos hasta que se involucra afectivamente con Lucas.

Sin duda que el abismo que separa a Lucas y Guada es precisamente lo que parece servido en bandeja para intentar una comedia romántica que busque conectar sus mundos opuestos. Pero del dicho al hecho, hay mucho trecho y en esta batalla que implica también al mundo de la tecnología y el de los valores antiguos, el foco está puesto en la relación disfuncional que ambos protagonistas intentan sostener de forma inmadura. No por sus aciertos sino por sus errores, la conflictiva relación de la pareja termina por ser sólo el exponente de una ilusión colectiva, cuando sus discusiones privadas se filtran en las redes sociales generando un verdadero debate en ese público anónimo y masivo que consume ese tipo de productos invasivos de la privacidad.

Más amargo que agridulce

Si bien es cierto que “Un amor en tiempos de selfies” tiene un par de pasajes refrescantes y aparecen caras populares como la de Balá y algún chiste propio de la pantalla chica, tiene muchos fallos de realización, ya sea por los diálogos poco trabajados, muchas falencias en el trabajo sobre las imágenes (sobre todo en el montaje que abusa de cortes) y es particularmente defectuosa en su coherencia discursiva, lo que hace avanzar la historia con giros bastante arbitrarios.

Sobreactuada y con un guión pretencioso, que parece un rejunte absurdo de chistes burdos y expresiones coloquiales como las que abundan en la larguísima escena al aire libre, en un patio tuneado tipo conventillo, donde los artistas under parecen miembros de un circo que no roza el nivel poético de Fellini, por más que se insista con un afiche de “Amarcord”, se incluya a unos enanos y guiños similares, todo es más patético y de mal gusto.

Con disfraz de comedia

No queda claro si la intención fue parodiar al género o contar una comedia romántica, pero ésta nunca llega más que a conformar un híbrido inclasificable que se regodea en el lugar común y que no termina por posicionar correctamente a sus protagonistas algo sobrepasados en su actuación, con demasiados gestos teatrales y una exagerada marcación en cada línea de diálogo.

Aunque la película se anuncia como una comedia romántica, el humor y el drama no logran combinarse acertadamente, apenas algunos leves chispazos risibles y cameos simpáticos como el de Graciela Borges, quien al cruzarse en una escena con Bossi y Manuel Wirtz, les advierte sobre el peligro de los mediáticos y el daño que pueden hacerle a la cultura.

El film acumula situaciones sin demasiada gracia y se carga de agresiones, enrareciendo el clima que debería ser más festivo y menos dramático. En definitiva, la película se viste de comedia romántica, pero pretende hablar de las dramáticas opciones del artista entre la banalidad exitosa o el compromiso a fondo. El guión se encarga de cerrar el círculo y darle su propia respuesta a estas cuestiones, pero la mayoría de las ideas está demasiado premasticada y forma una comedia con moraleja muy previsible. A pesar de sus defectos, merece ser considerada como una opción de entretenimiento.