Últimas vacaciones en familia

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Unir las partes

El encierro, adonde no van a ver a otra gente. La contención para la unión, camino a la destrucción. Los López Araujo son los últimos resabios de una familia unida, donde la opera prima del joven director Nicolás Teté (la filmó a los 20 años) pone a la ciudad de Merlo como eje de ensamble.

El grupo familiar se compone por dos adolescentes que buscan su camino. E identidad. Los “hermanos” son Joaquín -Camilo Cuello Vitale, quien participó en Las viudas de los jueves- y Camila (Naiara Awada, en Dulce de leche también con Camilo), a quien se los ve mucho más sueltos y naturales que sus “padres”, Marcela (Many Díaz) y Arturo (Luis Alvarez Moya). Mamá, siempre con los binoculares en mano observando las aves de la zona y aprovechando la distracción de su marido para ratonearse con un vecino. El progenitor (con amante a la distancia), es seco, conservador y brusco en el trato como así también rígido hacia las líneas de guión. Ambos se evaden en sus mundos.

La voz en off del hijo cuenta que “papá durmió fácil 20 noches en un hotel de Buenos Aires y sino en el sillón del living. Mamá siempre vivió para la familia y siente que su sueño se está desmoronando”.

Ultimas vacaciones en familia es una película autobiográfica, ya que su realizador es puntano (nacido en Villa Mercedes) y pasó varias vacaciones familiares en Merlo, en la casa de su abuela, el mismo lugar donde se rodó el filme.

La vivienda es aprovechada al límite, con planos de cada rincón y a cada hora, sobre todo del jardín y pileta. El filme toma aire cuando se recorre Merlo y sus curiosos recovecos nocturnos, como los que Joaco inspeccionará junto a un amigo casual que lo llevará hacia su reprimida homosexualidad.

El filme escarba en la intimidad de los personajes, pero carece de chispa y vértigo. El que nos saque de la tranquilidad puntana.