Tuya

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

“Tuya” tiene el nervio y también la potencia de la novela de Piñeiro

Tiene suerte, Claudia Piñeiro: luego de "Las viudas de los jueves" y "Betibú, la tercera versión cinematográfica de una novela suya también es buena, y bastante fiel. Hay cambios, lógicamente, pero son prácticos, naturales y adecuados. Hay recortes, pero no muchos. Y como la novela no llega a 160 páginas (Ed. Colihue, 2005), la película tampoco llega a 90 minutos. Así conserva la potencia y el nervio de la obra original.

Le faltaría un poquito más de ese humor irónico que tiene la escritura de Piñeiro, pero igual se aprecia. Como se aprecia el salto que dio Eduardo González Amer con esta película. Mayor producción, mejor nivel técnico, precisión narrativa, interés mantenido y elenco atractivo, encabezado por Andrea Pietra como la esposa que quiere ocultar las macanas del marido, y Jorge Marrale como el peor es nada enredado con mujeres problemáticas o muy vistosas. Se comprende, por ahí rondan Ana Celentano y Juana Viale.

A más de adulterios, el relato incluye uno o dos crímenes, asociación lícita (es conyugal) pero delictiva, y otras varias y variadas transgresiones para experimentar en pareja o en modo individual y vengativo, según se vayan dando las situaciones, ya que estos asuntos conllevan unas cuantas vueltas de tuerca. Lo gracioso es que casi todo está contado por la esposa, una eficiente ama de casa, víctima, cómplice, detective y Maquiavelo, todo en nombre de la estabilidad familiar y de los principios inculcados por su madre. Dichos principios requieren casa y marido propios, escoba y alfombra, vista gorda, y, llegado el caso, frialdad, refinamiento y alta precisión. Amén de peluca y guantes (de goma, porque su reino es la cocina, no la cama).

Sintetizada de esta forma, "Tuya" parece una historia de Patricia Highsmith. Pero es de Piñeiro, porque junto a esa historia transcurre otra, a cargo de la hija adolescente, antipática, insoportable, sufriente y muerta de miedo que compone Malena Sánchez. Algo le pasa a esa criatura, pobrecita, y la obsesiva de la madre no lo registra. Ahí está la gracia, bien original, que denuncia tres formas de negación, y que González Amer expone con plena coincidencia. El hizo dos historias de crisis parentales, "El cielo sin estrellas" y "Familia para armar". Y ésta es la tercera, solo que viene envuelta en una trama policial bien armada. Vale la pena.