Tutti I Santi Giorni

Crítica de Fernando López - La Nación

Ninguna intención crítica en especial parece animar esta vez a Paolo Virzì. Aunque conserva algo del sabor agridulce de La prima cosa bella, Caterina en Roma y otros films en los que sus personajes suelen transmitir cierta sensación de malestar difuso y generalizado, en este caso se inclina más hacia la comedia sentimental, y ni siquiera hace demasiado hincapié en los sacrificios que los enamorados del caso han decidido hacer por amor.

Antonia y Guido son una pareja feliz, pero ni siquiera podría insinuarse que están hechos el uno para el otro. Ella es siciliana, bastante simple, ex rockera, con apreciable talento para el canto y la composición, pero no precisamente muy cultivada; Guido, en cambio, es un toscano apasionado por la historia y las lenguas antiguas que prefirió renunciar a una cátedra en una universidad norteamericana antes que desoír el llamado de su corazón. Ya han pasado seis años desde que se conocieron, pero hasta se han acostumbrado a que sus ocupaciones apenas les permitan estar juntos todos los santos días, muy temprano a la mañana, cuando él vuelve de su trabajo como conserje nocturno en un hotel del centro de Roma y ella todavía está dormida. Y antes del invariable encuentro amoroso matinal y de que ella tenga que salir corriendo para ocupar su puesto en una agencia de alquiler de automóviles, él encuentra el tiempo para prepararle a ella el desayuno mientras le informa del santoral del día y le habla de cristianos mártires y de la etimología de algunas palabras. Siguen tan enamorados como siempre.

A pesar de que deliberadamente nunca, ni siquiera el primer día, han usado protección, el esperado hijo no ha llegado hasta ahora, y ya parece que cuanto más intentan hallar una solución para el problema menos resultados consiguen y más parecen proliferar los embarazos entre parientes y vecinos.

La sencilla comedia sobre amor e infertilidad pasa fluidamente de la risa al llanto como sucede en la rutina diaria y con la frescura que Virzì aprendió de la commedia all'italiana de otros tiempos. Tiene la ventaja de una pareja protagónica que se gana la simpatía del espectador a fuerza de naturalidad, y aunque el libro no derrocha tanto ingenio como otros films del mismo director, la historia se sigue con agrado de principio al fin gracias a su tierno clima intimista y a personajes que se perciben verdaderos. Si a cierta altura del relato el empeño por hacer realidad el sueño del hijo se vuelve primordial, obliga a recorrer consultorios y clínicas especializadas y el equilibrio de esta pareja tan despareja corre el riesgo de tambalear, la sangre no llega al río y el firme sentimiento que los une alcanza para rescatarlos de la crisis.

El encanto de Thony, que ingresó en la producción como autora de las canciones y acabó ganando el papel de la protagonista, y la frescura de Luca Marinelli hacen lo demás, a lo que hay que sumar las muy gratas canciones en inglés que aporta la estrella.