Turbo

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Caracol tuerca

Esta nueva película de la productora Dreamworks se sostiene como un buen entretenimiento, sólo que, si como padres o espectadores vamos en busca de un plus de contenido, no lo encontraremos en grandes cuotas.

Turbo simplemente es la historia de un caracol que quiere convertirse en corredor de carreras y que, gracias a un accidente genético durante un concurso callejero de picadas (quizás sea reprobable atribuirle cualquier beneficio a esta clase de competencias, pero aquí no fue tenido en cuenta), se convierte en un bicho superdotado para la velocidad, que se enrola para ganar las célebres 500 Millas de Indianápolis.

Perseguir los sueños hasta alcanzarlos, no dejarse abandonar ante las dificultades, o trabajar en equipo son algunos de los valores que sustenta este relato. Pero tiene mucho más para dar en el campo de los sentidos.

¿El motivo? Pues que es una película entretenida, con buen ritmo, a la que los chistes le funcionan y que además ofrece una pequeña sinfonía de formas, colores y movimientos, tanto raudos como picarescos.

Sí hay que hacer el señalamiento de que su versión en 3D deja un poco que desear. El aprovechamiento de este recurso es más bien básico, y con el presente precio de la entrada, más vale reservar el dinero para una ocasión mejor.

Pero volviendo a la historia, no tienen desperdicio las caricaturas de los caracoles, el diseño de los caparazones cuando se convierten en chasis de vehículos, su relación con la naturaleza (los campeones se ponen collares de lechuga) o su puesta en perspectiva con el gigantismo de los humanos, a través de algunas humoradas muy perspicaces.

Uno de los momentos más emocionantes (no el único) es la carrera final de Turbo contra el maléfico campeón Guy Gagne en Indianápolis. Ingenio, imaginación y vértigo se combinan en dosis generosas. Se empujan las acciones hacia desafíos cuyas resoluciones visuales luego sorprenden, como cuando para no morir aplastado por una rueda contra el guarda rail de concreto que limita la pista, avanzando a cientos de kilómetros horarios, el caracolito se refugia en la llanta del neumático de su malintencionado contrincante.

Turbo conforma y da para más. Los personajes son queribles y probablemente los niños los adopten. Tal vez no tardemos demasiado en escuchar que se aproxima la secuela, haciendo tronar los motores.