Turbo

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

El caracolito feo

Es curiosa la maniobra de Dreamworks: en el año donde dos competidoras como Pixar e Illumination salieron a la cancha con Monsters University y Mi villano favorito 2, dos películas con un público cautivo muy grande -y si le sumamos que en la Argentina se estrena el mismo día que la archipromocionada Metegol-, el estreno de un film sin genealogía previa, con olorcito a ya visto y poco marketing a la vista como Turbo, parece casi una osadía (que conste que no lo es porque el film resulta bastante simple y cristalino en su moraleja, aunque tal vez sí lo sea desde un punto de vista estratégico): es decir, el habitualmente monstruoso Dreamwoks involucrado en una acción de compañía independiente -si no fuera porque la cantidad de salas me lo desmiente-. Y en ese sentido -hay que reconocerlo-, Turbo se sostiene por sus propios méritos al ser un film que, también hacia adentro y con coherencia, habla de ser y hacer la que a uno le parece sin estar tan atento al qué dirán.
Lo fundamental de Turbo, la película, es eso: llega a la cartelera casi por sorpresa, sin importarle los Sullys, Wasowskis o Minions del mundo. Así como a Turbo, el protagonista, tampoco le interesa que sus pares caracoles se burlen de su pasión por la velocidad ni que los humanos descrean de sus méritos para competir en una carrera de autos. El conflicto del protagonista es muy parecido al de Remy, aquella rata de Ratatouille -un paria tanto para los propios como para los extraños- aunque claro que sin el vuelo narrativo, ni el riesgo formal, ni la profundidad en la resolución de conflictos de Pixar y de Brad Bird. Es que ya casi desde su génesis -el mundo del automovilismo con su virilidad y su testosterona en estado de ebullición- Turbo se asume como un film escasamente complejo y se aviene exclusivamente a llevar bien el cuento que cuenta. Si hasta en sus citas hay una claridad respecto de lo simple y llano del asunto: We are the champions y Eye of the tiger son las referencias musicales que se escuchan en diversos momentos.
Es decir, Dreamworks, ya despreocupado de la lucha por la taquilla y a sabiendas que tiene el “patito feo” de la temporada animada entre sus manos, acepta la apuesta de contar una historia sencilla de la mejor manera posible. Una película humilde, se podría decir. Ya demostró con Madagascar 3 que tienen el lápiz afilado para el universo desaforado y con Cómo entrenar a tu dragón, que pueden también contar historias humanas, emotivas y amplificadas en sus complejidades como lo hace Pixar. Pues, Turbo viene a ocupar una segunda línea bastante orgullosa con ejemplos tan válidos como Vecinos invasores o Megamente, y lejos de feísmos varios como El espantatiburones o Monstruos Vs. Aliens.
La lucha del caracol que va tras su sueño y triunfa, es claramente una revisita al imaginario Americano. Uno puede estar de acuerdo o no con esta idea, pero no puede estar en contra de cómo Turbo la pone en pantalla: sus personajes son coherentes, sus motivaciones justas y razonables, y la utilización de los clichés del cine deportivo no hacen más que darle un marco de emoción a las instancias definitorias: ahí, el director David Soren se vale de las posibilidades de la animación y construye una serie de imágenes creativas y con mucha lógica interna más allá del absurdo de ver a un caracol corriendo contra autos de la categoría Indycar.
Ojo, aquel sueño americano tiene sus paradojas: Turbo y su hermano caen por puro azar entre un grupo de fanáticos de las carreras de caracoles. Ese grupo, está compuesto por mexicanos, asiáticos y otros marginados de la sociedad norteamericana. Obviamente, el juego de espejos se da entre los caracoles y aquellos humanos, algo explicitado en un diálogo a cuatro voces que se da por ahí. Es un raro fenómeno este, el de incluir estereotipos extranjeros (ya ocurría en Mi villano favorito 2) y que si bien pueden no operar como inclusivo sí al menos van determinando, desde el cine animado, otro tipo de culturas que se cuelan en el imaginario. Que Turbo es una película optimista, no caben dudas. Si su optimismo es cinismo, ya no sabría decirlo. En todo caso, es la historia de un caracol que (SPOILER) gana las 500 millas de Indianápolis (FIN DEL SPOILER) y la película se pone deliberadamente del lado de los desplazados.