Tully

Crítica de Marisa Cariolo - Cinergia

El oficio de ser mamá

La maternidad y su ejercicio no es un don innato que le es concedido a las mujeres desde el principio de los tiempos. Sin embargo el cine y las series se han ocupado en mostrarlo de esta forma como un eslabón más de un adoctrinamiento cultural tendiente a fortalecer la presunta obligación que poseen las mujeres de sentirse aptas y capacitadas para criar a su prole. El cambio de paradigma y una mujer inserta en la vida económica y social han dificultado mas aún la proliferación del mito de un “vínculo mágico” que une a la madre con su hijo. Miles de mujeres no logran empatizar con esa imagen de mujer y madre perfecta que por años las ha llevado a sentirse fuera de una supuesta normalidad que debería incluirlas.

Esas mujeres torpes, voluntariosas y superadas por las circunstancias finalmente son oídas en Tully, film que ingresa a nuestra cartelera de la mano del tridente cinematográfico de Charlize Theron (quien debió aumentar 25 kilos para este papel), el director Jason Reitman y la la guionista Diablo Cody. Equipo que se vuelve reunir siete años después luego de la muy lograda Young Adult.

Tully narra la historia de Marlo, una mujer que atraviesa su tercer embarazo y ya muestra inequívocas señales de cansancio tanto físico como emocional. La primera escena que tenemos con nuestra protagonista nos la muestra aplicando terapias alternativas para su hijo con autismo, es claro que su situación económica es por demás endeble lo que dificulta el tratamiento de una condición tan particular como demandante para su entorno.

La llegada del próximo hijo se aproxima y frente a la inminencia del caos su hermano (en una posición económica mas cómoda) le ofrece una alternativa: una niñera nocturna. Una joven que por las noches se haga cargo de los cuidados del bebe para que ella pueda dormir plácidamente. Lo que parece un lujo de rico o una ofensiva tercerización del instinto maternal termina siendo la única posibilidad para Marlo de recobrar de alguna forma la calma perdida. De esta forma Tully (Mackenzie Davis) para brindar el alivio y el reposo a Marlo. Joven, sexy, enérgica y plagada de una actitud zen (tal vez demasiado sospechosa) la nueva niñera parece ser todo lo que Marlo ya no es. Todos los terrenos cedidos en miras a la constitución de un hogar.

El inteligente guion de Diablo Cody da una mirada tan amorosa como certera sobre el universo femenino y sus continuas batallas internas que se intensifica con cada intercambio que surge entre estas dos mujeres que crean un ámbito de comunidad sorora maravillosa. El vínculo entre ellas comienza a hacerse cada vez mas intenso, a la vez que brinda aportes importantísimos a la dinámica familiar, que de a poco comienza a retomar el esplendor perdido por la rutina y el desasosiego. Con actuaciones sólidas y convincentes Tully es un film que asume el gran desafío de los tiempos que corren: la deconstrucción. El terminar con aquellos paradigmas tan frustantes como falsos: nadie nace madre, no existen las capacidades innatas y el ejercicio de la paternidad debe ser una responsabilidad conjunta de ambos progenitores.

Si para lograr esta deconstrucción se vale de armas tan nobles como un guion certero, una dirección cuidada y actuaciones convincentes el resultado no puede ser otro que un gran ejercicio de reflexión sobre el rol femenino en la actualidad en un mundo tan cambiante como desafiante. El futuro comienza cuando las bases de la sociedad misma son cuestionadas y el film aporta en este sentido a la lucha.