Trueno y la casa mágica

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Gato con guantes

Una colaboración entre animadores belgas y productores norteamericanos (además, una colaboración de bajo presupuesto) auspiciaba una tercera vía a los trabajos harto conocidos de Pixar y DreamWorks. Lamentablemente, Trueno y la casa mágica transita similares carriles, sin el alto voltaje que caracteriza a lo mejor de las grandes marcas. En una Boston demasiado de ensueño, un gato es abandonado y encuentra refugio en la casa de un veterano mago que, mientras ensaya trucos para entretener a chicos de escuela, adiestra un pequeño ejército de juguetes robotizados, un poco en clave Toy Story. Bautizado por su nuevo dueño como Trueno, el gato deberá soportar permanentes complots del conejo Jack y la rata Maggie, hasta enonces favoritos de los actos de magia. Pero cuando el mago tiene un accidente y su sobrino intenta vender la casa, Trueno se pone al hombro a la población liliputiense para aguar las visitas de potenciales compradores. Aunque los personajes están bien delineados (de manera clásica, extremadamente buenos o malos, al estilo Hanna-Barbera) y se saca provecho del 3D, hay una orfandad en los diálogos y una obviedad en el esquema “defendamos la casa” (la idea de Mi pobre angelito) que vuelve al film insalvable aun con la mejor voluntad.