Trueno y la casa mágica

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Los niños primero

Los estrenos casi conjuntos de Se levanta el viento y Trueno y la casa mágica amplían los horizontes artísticos de una cartelera comercial copada por productos infantiles de ínfulas multitarget. La de Hayao Miyazaki se gana su lugar porque es una oda a la animación a la vieja usanza que, por si fuera poco, tematiza cuestiones que difícilmente encuadren en la órbita infantil mainstream. La de los belgas Jeremy Degruson y Ben Stassen se destaca por ser su opuesto, es decir, una historia destinada pura y exclusivamente para los sub-10, sin guiños cancheros ni autorreferencias.

Esta segmentación se percibe desde una premisa tan clásica como básica: un gatito abandonado encuentra refugio en una mansión lúgubre habitada por un mago, quien lo adoptará para sumarlo a su troupe de animales compuesta por un conejo malvado, una ratoncita y un par de palomas. También habrá algunos juguetes autómatas que remiten al universo de Toy Story y un sobrino dispuesto a todo con tal de vender el caserón como contrafigura. La internación del dueño obligará a los animales a unirse con tal de evitar la transacción.

Híbrido entre el universo de la saga emblemática de Pixar y Babe, el chanchito valiente, Trueno y la casa mágica es un producto cuyo eje no está en los estándares de animación (es un Pixar del siglo del pasado, podríamos decir), sino en la coherencia a la hora de mantenerse en el terreno del cine de aventuras sin caer en la puerilidad. Sí, es cierto que hay momentos no del todo logrados y quizás para el público adulto pueda ser una experiencia tortuosa, pero el film sabe bien a quiénes les habla. Los más chiquitos, entonces, estarán de parabienes.