Trueno y la casa mágica

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

La familia ya no es lo que era.

Lamentablemente la animación viene de capa caída desde hace tiempo, por lo menos en lo que respecta a los baluartes que llegan a estrenarse en estas latitudes. Ya sea que pensemos en propuestas exóticas como la sudafricana Khumba (2013), exponentes de una suerte de mainstream alternativo a la Locos por las Nueces (The Nut Job, 2014) o mega tanques certificados por la Disney símil Grandes Héroes (Big Hero 6, 2014), la tonalidad opaca y demasiado morosa tiende a remitirnos a la espera en pos de rarezas en sintonía con las maravillosas Cómo Entrenar a tu Dragón 2 (How to Train Your Dragon 2, 2014) y Minúsculos: El Valle de las Hormigas (Minuscule: La Vallée des Fourmis Perdues, 2013).

Salvando las distancias, Trueno y la Casa Mágica (The House of Magic, 2013) posee algunos puntos en común con la reciente Los Pingüinos de Madagascar (Penguins of Madagascar, 2014), otra simpática realización -entre retro y enajenada- que también ponía todas sus energías narrativas en un planteo delirante digno de la saga Looney Tunes de la Warner Bros. En esta oportunidad el “componente curioso” es doble porque hablamos tanto de una película belga (lo que de por sí resulta peculiar desde nuestra perspectiva latinoamericana) como de un ejemplo de ese arquetipo antiquísimo vinculado a la defensa de un hogar ante los embates de un intruso con objetivos malignos (aquí la premisa está bien administrada y nunca se siente marchita).

Hoy la historia comienza con un típico acto de crueldad a manos de los seres humanos, el abandono de un gato en la calle. Luego de vagabundear, el felino termina descubriendo una vieja mansión propiedad de un mago entrado en años, quien lo bautiza Trueno y le permite formar parte de una “familia” algo extraña que incluye a autómatas, artilugios varios y un par de animales que no ven con buenos ojos la nueva adición al clan. Al tiempo que el conejo Jack y la ratoncita Maggie conspiran contra el protagonista porque no desean perder el rol estelar en el show itinerante del prestidigitador, el sobrino del susodicho, un agente inmobiliario, está obsesionado con la idea de vaciar la casona para venderla al mejor postor.

Por supuesto que el anciano se ausenta por un accidente que lo condena a una internación en un hospital, circunstancia que deja a los pequeños la ardua tarea de proteger el enclave doméstico frente al avance del perverso pariente. Si bien la arquitectura dramática no tiene mayor profundidad, Trueno y la Casa Mágica saca a relucir el hecho de que en animación no hace falta más que la presencia de personajes encantadores, un desarrollo dinámico, remates de cadencia tragicómica y un esquema visual novedoso. En éste último apartado sobresale el desempeño de los directores Jeremy Degruson y Ben Stassen, en especial gracias a una andanada de tomas subjetivas basadas en travellings en verdad prodigiosos…