Tron: El legado

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Software libre o muerte

Corría el año 1982 y los estudios Disney se habían planteado el desafío de hacer un producto destinado exclusivamente a un público adolescente. Pero la particularidad de esta empresa residía en que se trataría de la primera película que incorporara efectos visuales realizados exclusivamente por computadora. Lejos del monopolio de la animación computarizada que llegaría luego con el liderazgo indiscutido de Industrial Light & Magic, nació Tron con escasa repercusión y tibia recepción por parte del público en esa época.

Sin embargo, con el correr de los años y el avance descomunal de la computación y la tecnología aplicada al cine, aquel film escrito y dirigido por Steven Lisberger fue ganando respeto y transformándose en película de culto tanto de la ciencia ficción como del cine injustamente considerado clase B.

La historia de aquella película se desarrollaba adentro de un videojuego, cuyo creador Kevin Flynn (un joven Jeff Bridges), talentoso programador, se desmaterializaba con ayuda de un rayo láser con el fin de ingresar al universo de programas y obtener la información que lo señalaba como creador del juego tras haber perdido ese derecho dado que la empresa ENCOM -para la que trabajaba- le ha robado la idea.

Ese universo binario de programas que se enfrentan con Kevin Flynn en una suerte de émulo de circo romano (primero en una guerra cuerpo a cuerpo de discos lásers y luego en una frenética carrera con las motos de luz) guarda una estrecha relación con el universo de TRON: El Legado, secuela actualizada, dirigida por Joseph Kosinski que la Disney ahora entrega en formato 3D.

En la actualidad ENCOM es una mega corporación que domina el mercado del software y el nombre de Kevin Flynn apenas un recuerdo rodeado de misterio, dado que permanece desaparecido desde hace más de 20 años. Su hijo Sam Flynn, quien tenía 12 años cuando Kevin desaparece, conserva en el presente el espíritu de rebeldía de su padre y siendo el principal accionista de la corporación les genera uno que otro dolor de cabeza a los ejecutivos. Su cómplice en la empresa es un antiguo amigo de su padre, quien ha recibido en su prehistórico beeper (no hay otro término para un mundo regido por la dictadura de los celulares) un mensaje del que se puede inferir que el creador está vivo y atrapado en el video juego.

Así las cosas, en el viejo local de Arcades, otrora reducto del joven programador, se encuentra el portal por el que Sam llegará al mundo del video juego en el que ahora reina la tiranía de Clu (Jeff Bridges de hace casi 30 años digitalizado), el alter ego de Kevin Flynn (ya viejo y recluido en los confines de su creación) que en realidad es un programa que se rebeló a su creador tras buscar la perfección de ese mundo alguna vez soñado. Los planes del tirano consisten en traspasar el portal para conquistar el mundo real, pero para ello necesita el disco rígido que porta celosamente Kevin Flynn en su espalda y que contiene toda su inteligencia.

Más allá de las diferencias entre la hoy ingenua versión de los 80 y esta nueva propuesta que coquetea con la idea de las corporaciones frente a aquellos que pregonan el software libre y gratis, el gélido y autómata escenario de TRON: El Legado no es otra cosa que un reflejo distorsionado del mundo en que nos toca vivir. La serpiente que se ha mordido su propia cola y expande su veneno de deshumanización y pragmatismo audaz.

Por eso, sin tratarse de una gran película puede considerarse a esta secuela innecesaria -tal vez- pero no por eso menos entretenida como un film de diseño de producción, donde las ventajas del 3D en materia visual se encuentran a la altura de las expectativas, así como su hipnótica banda sonora que complementa cada escena con eficacia y sin estridencias.

La cuota de nostalgia para aquellos que nos habíamos deslumbrado en el 82, en esta ocasión está más que asegurada al recuperar los juegos mortales aggiornados a los ritmos y dinámicas imperantes en estos tiempos. TRON: El Legado no acusa el paso del tiempo sino que lo revaloriza por sus ideas y creatividad que vistas en perspectiva en esta versión 2010 quedan plasmadas con mayor eficiencia.