Tron: El legado

Crítica de Martín Fraire - País 24

Game over

Otra vez los efectos especiales hacen de las suyas en esta especie de remake/secuela de la compañía Disney, que retoma una vieja historia estrenada haya por 1982 y que aquí no es más que una excusa para dar lugar a la explosión CGI y efectos 3D con muchas luces de Neón.

De alguna manera, la historia de Tron, el legado es la presentación para las nuevas generaciones, de un mundo visto hace ya más de 20 años, con la suficiente cantidad de guiños para el público que todavía recuerda esa primera parte escrita y dirigida por Steven Lisberger.

En esta ocasión, el hijo de Kevin Flynn (Jeff Bridges), el protagonista de la historia original, todavía siente la ausencia de su padre, luego que éste desapareciera sin dejar rastros por más de 20 años. A través de un misterioso mensaje, el joven Sam descubrirá cómo ingresar al mundo de realidad virtual que éste había creado. Allí no sólo descubrirá una realidad completamente nueva, sino que también deberá embarcar un viaje épico dentro del videojuego que mantuvo encerrado a su padre durante tanto tiempo.

La peculiaridad de Tron, el legado es que, a diferencia de su predecesora que significó todo una innovación en el uso de herramientas digitales en el cine, esta historia pierde su principal cualidad. Porque hoy el uso de los efectos computarizados es casi esencial en el cine industrial, y porque narrativamente hablando, no hay demasiadas justificaciones (emociones, sorpresas) sobre lo que vemos en pantalla.

Exponente fiel de una era new age que se apoya en el arte pop (en este caso de la mano del dúo musical Daft Punk, que acompaña la banda sonora compuesta por Hanz Zimmer) para reforzar la enorme cantidad de imágenes y colores que saltan desde la pantalla, la película cuenta con un importante compromiso de Jeff Bridges, quien en este caso asumirá dos papeles (el bueno y el malo respectivamente) y una divertida participación del gran Michael Sheen.

Por el resto, una simple historia que sobrevivirá en la taquilla gracias al 3D predominante que tantos resultados beneficiosos (para la industria) han dado. Un debut en la dirección del diseñador digital Joseph Kosinski, que deja sabor a poco, muy poco.