Tron: El legado

Crítica de Diego Lerer - Clarín

El futuro ya llegó...

La secuela del clásico filme es una expansión de su universo original.

A más de 28 años de su estreno, la original y entonces revolucionaria Tron puede parecernos hoy como los primeros palotes en la era de los efectos especiales. Sin embargo, también esa distancia permite verla como una película adelantada a su tiempo, casi una pionera de los efectos digitales y de todos los cruces entre universos “reales” y “ciberespacios” que no sólo formarían parte del cine de Matrix en adelante, sino de la vida cotidiana del siglo XXI.

Esa Tron –fría, dura, seca, casi mecánica en su rutina lumínica/geométrica- tiene poco que ver con su secuela, Tron: el legado , que parte de las infinitas posibilidades que hoy existen en ese campo y las usa a gusto y placer, generando un universo mucho más complejo y rico en detalles, pero a la vez -cuestión de costumbres, más que de la película en sí- ya no tan sorprendentes.

El legado es una película más cercana a Avatar en su universo completamente digitalizado (al menos cuando todos están dentro del mundo virtual), pero también su narrativa ya no parte de líneas y puntos básicos, sino que es una suerte de gran rejunte de citas tanto a motivos clásicos del géneros de ciencia ficción/aventuras como a películas como Star Wars, Blade Runner, 300 , la citada Matrix y hasta chistes “para entendidos” con El gran Lebowski , por la presencia de Jeff Bridges, o la música de los robóticos Daft Punk.

Pese a ser un “producto engordado” por la ambición, el presupuesto y el target, El legado resulta un filme entretenido, con una segunda hora especialmente inventiva y veloz, en la que los prototípicos conflictos dramáticos que la conforman encuentran un equivalente visual y narrativo apropiado.

El filme se centra en las peripecias de Sam Flynn (el poco expresivo Garrett Hedlund), hijo de Kevin Flynn (Bridges), protagonista de la original. Kevin, tras entrar y salir de ese mundo de bits que es Tron , en la primera película, creó un imperio informático, pero nunca pudo abandonar la adicción que le generaba ese mundo y sus posibilidades. Así fue que, en un momento de la infancia de Sam, el hombre desapareció y no se supo si lo hizo para alejarse de todo o para hundirse en ese universo paralelo.

Sam, que poco quiere saber con el gran grupo informático del cual es principal accionista, recibe un mensaje que parece provenir desde las entrañas de Tron y allí parte en busca de su padre. Encontrará que, ahí, el propio Kevin aparece desdoblado en Cluj, su alter ego digital, que luce como Bridges en los ’80, y el propio Flynn, avejentado y alejado de las violentas competencias y ejércitos guerreros que el propio Cluj ha creado en su ambición de poder.

A lo Indiana Jones , padre e hijo (y una criatura muy especial llamada Quorra e interpretada por la bella Olivia Wilde) deben reencontrarse y no sólo ayudarse para batir a Cluj y a su ejército cibernético, sino también para lograr salir con vida. Con evidentes paralelos entre el mundo digital (en 3D) y el real (en su mayoría en 2D), Tron intenta bajar una línea de crítica a las corporaciones y el uso y abuso de los productos digitales, lo cual no deja de resultar irónico siendo éste un producto de Disney, con todo lo que eso implica.

La belleza y creatividad de algunas escenas, la dosis de humor puestas aquí y allá, la presencia de Bridges, Wilde y, en una aparición especial, Michael Sheen (el Tony Blair de La Reina ), El legado no es una película adelantada a su tiempo, como la original, pero sí es una consecuencia muy digna del universo que Tron ayudó a crear. Profecía autocumplida, que le dicen...