Tron: El legado

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

La película “Tron” (Steven Lisberger, 1982) está considerada la primera película en la que se usó computación gráfica en la casi totalidad de su factura técnica.

Si bien no fue un éxito comercial está apreciado como un film de culto por ser la realización que marcó el camino por el que se llegó a la realidad virtual tanto en cinematografía, video juegos y hasta, recientemente, en escenografía teatral.

Además, originó muchísimos juegos de videoconsolas.

La historia que contaba era bastante fantástica aunque muy novedosa, un programador llamado Kevin Flynn trabaja en una empresa donde uno de los dueños le roba sus creaciones. En busca de la forma de recuperarlas Flynn es accidentalmente absorbido (digitalizado) por un CCP y pasa a integrar la población virtual del mismo. Allí deberá luchar contra la tiranía que ejerce el mismo CCP.

La secuela que llega en 2010, que es la que se comenta, comienza cuando el hijo de Kevin, llamado Sam, investiga la desaparición de su padre, y a partir de una señal que supone le es enviada por su progenitor se introduce digitalmente en el mismo programa de computación en el que su padre vive desde hace 25 años y se encuentra con él.

Ambos lucharán contra un ya conocido enemigo, el tiránico CCP, esta vez con todos los recursos que la tecnología digital pone a disposición de, obviamente, los dos bandos.

Es notorio en esta secuela que a pesar de los avances tecnológicos que no sólo están a disposición de los personajes sino también de los guionistas, realizadores y técnicos, ya no resulta una historia muy novedosa, aunque sea utópica, sobre todo porque con leves diferencias es usada como soporte argumental en innumerables video juegos de internet.

Es rescatable la banda sonora y también la labor actoral de Jeff Bridges como Kevin Flynn, aunque ha tenido 25 años para recrear su personaje, quien se encuentra en la cima de los “casi indiscutibles” de Hollywood, y su caracterización juvenil digitalizada resulta lógicamente artificial (la tecnología no da para más, por ahora).

Garrett Hedlund, como Sam Flynn, el protagonista, usa como recurso de composición el posar de manera rebuscada de forma permanente, al mejor estilo de los modelos de pasarela de modas. Consciente de su prestancia visual se muestra muy seguro al ser el centro de un cuadro casi coreográfico muy sensual junto a varias mujeres virtuales (aunque fue realizado con actrices).

El argumento es apuntalado acercándolo varias veces a situaciones que resultan bosquejos eróticos, algo que suele ser un recurso en la programación de muchos juegos cibernéticos.

Hay en el argumento una débil reminiscencia a “Star Ward” (George Lucas, 1977) que regresará muy pronto a las pantallas en 3D con Jedi incluido.

Y precisamente lo que llama la atención en esta secuela de “Tron” es que más de la mitad está realizada en sistema 2D y la otra parte en 3D, se anuncia al comenzar la proyección que se lo ha hecho intencionalmente.

Por lo tanto intencionalmente se le ha sacado la mitad del atractivo visual que podía tener.

De todas maneras puede resultar muy apreciada por los adeptos al Cyber donde tanto los buenos como los malos deben ganar o desaparecer (literalmente).

También los cinéfilos del género de ciencia ficción e historias fantásticas encontrarán lo que buscan en esta obra cinematográfica.