Trolls

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

La felicidad era esto (¿o una canción de Palito?)

Viendo el trailer de Trolls (2016) me había hecho cierta idea sobre lo que podría encontrarme al visionar el filme. No fue así exactamente. Están presentes los aspectos salientes que más me llamaron la atención (el colorido de ese universo fantástico, la energía vital de sus personajes y la buena música de una banda sonora pletórica en hits de los 80’s) pero al margen de esos modestos aciertos no queda mucho para destacar. Al guión de Jonathan Aibel & Glenn Berger (responsables de la trilogía de Kung fu Panda) le faltó creatividad y frescura. Ni me atrevería a mencionar la palabra originalidad. La dupla se quedó corta en ingenio a la hora de matizar una historia con los condimentos justos para conformar a un público demasiado fogueado debido a la sobreabundancia de ofertas en producciones animadas donde Pixar y Disney, obviamente, acaparan los títulos más taquilleros.

Trolls surge de esos muñequitos concebidos a fines de los 50 por el danés Thomas Dam que fueron furor en toda Europa hasta expandirse con gran éxito por el resto del mundo haciendo multimillonario a su creador. Usufructuando el encanto de estas criaturitas la DreamWorks Animation tenía el triple desafío de urdir una historia atractiva, seleccionar un reparto de primer nivel para darles vida con sus voces, y no equivocarse en las canciones a elegir ya que pese a tratarse de un musical prácticamente no hay material nuevo. Adivinen cuál de los tres no se cumple…

Si bien las similitudes y referencias con otros productos de consumo pop están a la orden del día, yo diría que el modelo a imitar es sin lugar a dudas Los pitufos. Hay algo de Shrek también en las figuras de los bertenos, una raza símil ogros que una vez al año celebra el “trollsticio”. Esta festividad propone la ingesta de trolls por un día como método terapéutico para alcanzar la felicidad. Dicho sea de paso este concepto lleva a explicitar a través del conflictuado Ramón (Justin Timberlake) lo que antiguamente se denominaba “superobjetivo” y que consistía básicamente en transmitir el tema de la película de manera subliminal o como mínimo con cierta sutileza. Hoy día el dichoso “superobjetivo” es verbalizado e incrustado en el espectador a martillazos. Lamentable.

No se puede negar que Trolls encandila desde el apartado visual gracias a un virtuosismo técnico donde la animación sigue alcanzando nuevas cotas de perfección a expensas de una inversión de muchos dólares (120 millones, ni más ni menos). ES muy linda de ver pero además de eso hubiese sido aconsejable pensar en un contenido más elaborado que esta simple y muy elemental fórmula que recicla mucho y crea muy poco al ritmo de canciones de Cyndi Lauper, Simon & Garfunkel; Earth, Wind & Fire o el mismo Justin Timberlake que aporta la muy movida Can’t stop the feeling!

Si no nos ponemos exigentes me temo que producciones sin auténtica inspiración como Trolls serán mayoría en un futuro cercano. ¿O ya la son? Ojalá me equivoque…