Tres

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Amor perdurable

Tom Tykwer, director alemán responsable del filme de culto Corre, Lola, corre y codirector junto a los hermanos Wachowski de la reciente Cloud Atlas, se extravía en Tres, filme que intenta, de manera dispersa y con forzada inspiración, retratar las desavenencias amorosas de una pareja del primer mundo y la abulia de la sociedad alemana actual, en un resultado que quiere a la vez ser solemne, naif, mordaz y original.

Tal vez el mayor pecado de Tres sean esos gestos "de autor" que no le suman nada a la trama, como la aparición de la madre fantasma de uno de los protagonistas, la fragmentación de la pantalla en múltiples planos para contar una… operación de testículo -en un gesto "arty" que se confunde con el morbo clínico-, o la escenificación en clave danza-teatro del trío amoroso en la apertura del filme, un agregado redundante.

El recurso esteticista que más convence es el que hace de intro, un travelling que exhibe dos cables de esos que hay al costado de las rutas y que junto al relato en off da cuenta de las vidas paralelas, ligeras y previsibles de la pareja que componen Hanna (Sophie Rois) y Simon (Sebastian Schipper). Ya llegados a los 40 años y sin hijos alrededor, ambos pasan sus días en consultorios médicos, conferencias y piletas de natación. Sus dedicaciones (ella a la medicina, él al arte) simbolizan la racionalidad exasperante de sus vidas y, por extensión, de la clase media alemana, donde hasta los diagnósticos de cáncer (la madre de Simon sufre uno de páncreas, él de testículo) son parsimoniosos.

La única alteración posible de sus rutinas llega con la aparición del hermético y sonriente Adam (Devid Striesow), más una abstracción que un personaje real, que con sus modales de mimo logra seducir no sólo a la distraída Hanna, sino también a Simon, quien descubre con él su homosexualidad latente en una gélida toma masturbatoria en un gimnasio. Por supuesto, la gracia está en que la pareja se engaña mutuamente con la misma persona, hasta que sucede lo inevitable y los cables del principio se vuelven tres.

Sin ser provocativa ni encantadora, Tres consigue reflejar cierto vacío en la vida germánica contemporánea, aunque caiga presa de esa misma desapasionada frialdad.