Tres tipos duros

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

El trío tan mentado

Cada gesto de Christopher Walken sube el puntaje de cualquier producción, y en el caso de Tres tipos duros (Stand up Guys, algo así como “tipos confiables”, vaya y pase) hacen saltar la banca. Walken es tan talentoso que ni siquiera incomoda el ego de Al Pacino; por el contrario, su expresividad de gestos mínimos es el balance ideal para la desmesura calabresa de Pacino. Y en este diálogo de opuestos, especie de extraña pareja gangsteril, con escenas tan cómicas como chabacanas, radica lo mejor de la película. Tras 28 años de prisión, Val (Pacino) sale en libertad y lo recibe Doc (Walken), su mejor amigo que, paradójicamente, tiene la misión de liquidarlo por orden de un mafioso para el que ambos trabajaban. Entre la espada y la pared, Doc tiene plazo hasta las diez de la mañana, y durante la noche pasa de todo: visitan un prostíbulo que los obliga a robar una farmacia, que deriva en la hospitalización de Val por sobredosis de viagra, y finalmente van al rescate de Hirsch, internado en un geriátrico. Y ahí está, el trío tan mentado. Sin mayor pretensión que vehiculizar grandes actuaciones, Fisher Stevens (coproductor del documental The Cove) cumple con un filme modesto y entretenido.