Tres tipos duros

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Magnífica trama policial con tres pistoleros del atardecer

Una pelicula en la que dos actores formidables como Al Pacino y Christopher Walken aparecen juntos en más del 90 por ciento de las escenas es algo para ver, y sobre todo si en varios momentos culminantes están acompañados por otro talentoso, nada menos que Alan Arkin.

Pero, aunque esta comedia policial empiece dando la sensación de que se trata de un film más o menos común, con el trío estelar como único punto de interés, es todo lo contrario. Una de las grandes cualidades de esta memorable película es su sencillez y absoluta falta de pretenciones, lo que hace entrar al espectador en una trampa preparada con astucia para bajarle la guardia antes de meterlo en un vertiginoso, divertido y emocionante viaje por la última noche de tres viejos amigos que no se ven desde hace un cuarto de siglo, y que sin embargo sólo al reunirse comprenden que su amistad es lo que verdaderamente le dio sentido a sus vidas.

La historia comienza con Al Pacino saliendo de la cárcel para ser recibido por su amigo y ex secuaz Christopher Walken. Ambos se dicen que lucen horribles, se dan un abrazo que les da un poco de asco, y luego el recién liberado se queja del auto viejo y el departamento barato donde su colega ofrece alojarlo. El dueño de casa tiene siempre lista una pistola cargada y pronto, mientras su amigo insiste en salir de juerga, el espectador entiende que el amigo de la pistola tiene el encargo de matarlo esa misma noche, con una dead line que no puede pasar más allá de las 10 de la mañana del dia siguiente.

Durante la juerga, que comienza con varias visitas a un burdel gerenteado por la hija de la madame del antro que alguna vez frecuentaban (la joven prostibularia, Lucy Lux, también aporta una actuación extraordinaria) y el robo a una farmacia para conseguir Viagra para volver al burdel mejor armado, además de remedios varios para la tercera edad, el argumento también revela que Pacino tiene totalmente claro que su muerte es inminente y que su verdugo sin dudas será su mejor amigo.

Mientras víctima y victimario aclaran la situación, sin rencores, aplastando las pastilla contra la hipertensión en la barra de un bar para aspirarlas como si fueran las líneas de cocaína de sus viejos buenos tiempos, el argumento sigue revelando más cosas, como que Pacino pasó los 28 años en la cárcel sin delatar nunca a sus amigos y cómplices, seguro de que el jefe mafioso que organizó el fallido golpe por el que lo encarcelaron pide por su cabeza al culparlo de la muerte de su inexperto hijo durante el asalto, que por otra lado el muerto se encargó de arruinar.

Dado que quedan algunas horas para matar antes de la matanza propiamente dicha, los dos viejos amigos deciden ir a buscar a su tercer camarada y cómplice, Alan Arkin, moribundo y conectado a una especie de pulmotor en un deprimente lugar para ancianos con un pie en la tumba. Allí todo cambia, dado que el trío, una vez completo, se convierte en una especie de espejismo real de lo que alguna vez fueron.

El argumento sigue dando revelación tras revelación, transformando lo que parece una comedia policial ordinaria con gangsters fisurados en una extraordinaria película existencialista.

Como actor que es, el director Fisher Stevens supo cómo sacar el rango exacto de los tres protagonistas (increíble ver a un Walken haciendo del tipo moderado, por ejemplo) además de saber incluir en el momento perfecto al elenco secundario, con exactas actuaciones de Mark Margolis (un villano abominable a tope), una dulce Addison Timlin y una castigada y lista para castigar Vanessa Ferlito. Como auténticos pistoleros del atardecer, estos antihéroes partirán hacia una puesta de sol increíblemente iluminada por Michael Grady. En medio de todo esto, el espectador no tendrá tiempo de reflexionar demasiado entre las carcajadas desaforadas, la emoción incontenibe o la brutalidad de las palizas y tiroteos. Esa es precisamente la gracia de esta pequeña obra maestra, que recomendamos firmemente ver en cine antes de no poder dejar de verla empezada cada vez que la pasen en el cable.