Tres segundos

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La condena del triple agente

La realización británica Tres Segundos (The Informer, 2019), segunda película del actor italiano reconvertido en director y guionista Andrea Di Stefano luego de Escobar: Paraíso Perdido (Escobar: Paradise Lost, 2014), es una epopeya policial bastante noble y disfrutable -de tono hardcore suburbano- que combina dos de los rubros más importantes del séptimo arte en términos históricos, léase los films de agentes infiltrados que dividen sus simpatías entre dos o más bandos en pugna, un enclave que en otras épocas era automáticamente sinónimo de thriller de espionaje y que desde la caída del Muro de Berlín se ha transformado en un recurso más del suspenso a nivel macro, y las películas centradas en presidios o instituciones de índole bien brutal, siempre invitando a la planificación más o menos sesuda y desesperada de una fuga/ evasión que permita recuperar la ansiada libertad.

Aquí el eje del relato es el accidentado devenir de Pete Koslow (Joel Kinnaman), un ex convicto que trabaja para Klimek (Eugene Lipinski), el jefe de un sindicato criminal polaco de Nueva York que se especializa en narcotráfico, y a la vez un informante del FBI bajo la tutela de la agente Wilcox (Rosamund Pike), una mujer que asimismo responde a su desalmado superior Montgomery (Clive Owen). Los sueños de abandonar la mafia entrando a un programa de protección a testigos, el cual incluiría a su esposa Sofia (Ana de Armas) y su hija Anna (Karma Meyer), se desvanecen cuando un policía encubierto es asesinado ante los ojos incrédulos de Koslow, suceso que dispara una investigación por parte del detective Grens (Lonnie Corant Lynn alias Common) y la orden de Klimek de que Pete viole su libertad condicional y reingrese a prisión para supervisar la venta de drogas desde adentro.

Stefano hoy supera lo hecho en Escobar: Paraíso Perdido, aquel opus desparejo basado en una excelente actuación de Benicio Del Toro como el legendario capo narco, mantiene la tensión alta a lo largo del desarrollo y aprovecha todo lo que tiene para ofrecer Kinnaman en cuanto a su presencia escénica, ahora acoplándose de maravillas al guión redundante aunque entretenido del realizador, Rowan Joffe y Matt Cook, el cual funciona como una adaptación de la novela sueca Three Seconds (Tre Sekunder, 2009), de Anders Roslund y Borge Hellström. El núcleo de la trama se condice con el juego a dos puntas del antihéroe entre el sindicato criminal polaco y el FBI, dos facciones dispuestas a presionarlo hasta las últimas consecuencias para apuntalar sus respectivas agendas, a lo que se suma la confianza que Sofia le tiene a la pesquisa de Grens y la constitución en la praxis de este último en tanto el tercer vértice del triángulo de la influencia, el peligro y la manipulación en el que está atrapado el adusto Koslow, un señor que es tironeado cual perro con diversos amos.

Desde ya que la propuesta no posee ni un gramo de originalidad y que pasa de manera muy literal del esquema de los infiltrados de la primera mitad al drama carcelario de la segunda parte, no obstante maneja con eficacia el sustrato familiar melodramático y hasta consigue un remate ultra delirante que no tiene nada que envidiar a los productos pochocleros más ridículos del cine de acción de las décadas del 80 y 90, algo que por cierto se agradece porque el film sigue elevando el nerviosismo incluso en el desenlace y bajo el paraguas del verosímil tácito fracturado vía un plan/ escape un tanto mucho “improbable”. Más allá de estas inconsistencias y la previsibilidad de fondo durante las transiciones entre los diferentes actos, no cabe duda alguna de que Tres Segundos es uno de los pocos thrillers contemporáneos que subrayan la dimensión humana de los personajes y la dinámica retórica de por sí más que esa torpeza insípida y esas fórmulas sin vida que enmarcan a tantas obras semejantes actuales, como si la ejecución artesanal fuera cosa del pasado…