Tres deseos para Cenicienta

Crítica de Mariano Casas Di Nardo. - La Prensa

­Cuando se estrena una versión independiente de cualquiera de los cuentos clásicos de princesas que fueron tantas veces vistos y que tan asociados tenemos a Disney, uno se pregunta inmediatamente qué puede aportarle al cine una cinta de estas características, sobre todo cuando no es tan disruptiva con su esencia. Porque más que curiosidad, a simple vista genera rechazo, incluso con título reciclado, viniendo de un país como Noruega al que no le seguimos la filmografía y con una estética adolescente por el protagónico de la estrella escandinava Astrid Smeplass.

Pero quien ama el cine tiene fe autosustentable por lo que siempre está en la búsqueda de aquella película que destrone por una vez a 'El padrino' de la cima. Claramente este no será el caso, pero ahí estamos, frente a la eterna Cenicienta, a ver qué tiene de distinto.

SIMILITUDES

Los cimientos de la historia son los mismos. Cenicienta, tan bella y valiente como ninguna en el pueblo, es casi la sirvienta de su madrastra y hermanastra. Habrá un baile donde el Príncipe conocerá a su prometida y tras esa noche inolvidable, un zapato será la brújula que intente unir esos corazones que se enamoraron a primera vista. Lo nuevo es que cual efecto mariposa, esa primera vista se repite varias veces y el príncipe se vuelve a enamorar una y otra vez, sin saberlo, de la misma persona. De una desalineada deshollinadora, de un arquero bigotón (de arco y flecha) y de una bella mujer de resplandecientes ojos azules.

Un príncipe abierto de mente, que subliminalmente atenta contra los mandatos de la corte y que sigue su instinto. En esta adaptación de `La Cenicienta', el amor rompe prejuicios y se muestra en varias formas.

En pleno siglo XXI y con el feminismo en su máximo esplendor, imaginar un príncipe azul caballeroso, una princesa sumisa y sin voto, hadas trocando la realidad con sus varitas mágicas y música haciendo bailar al pueblo entero en verdaderos cuadros de Broadway, sería inoportuno. Por el contrario, esta

Cenicienta de puntería precisa, irreverente y desafiante es el sello que motoriza el filme dirigido por Cecilie A. Mosli y que promete, aunque no lo logra en casi ningún momento, ser una caja de sorpresas constante. Algunos giros inesperados entusiasman pero quedan en eso porque su inamovible estructura confirma en cada escena ser un cepo limitante.

Con paisajes nórdicos de ensueño, desiertos helados, puentes de época y suntuosos vestidos, 'Tres deseos para Cenicienta' se vuelve un filme ágil, visualmente bello y entretenido. No es una historia que no hayamos visto ni que desconozcamos pero el resultado favorece ampliamente al espectador.