Traslasierra

Crítica de Fernando Sandro - Alta Peli

Los hilos del destino

Cuando hablamos de Coming of ages, es natural pensar en películas centradas en alguna etapa trascendental de la infancia o adolescencia a punto de pegar el salto a una nueva. Pero así como la vida está llena de diferentes etapas, hay historias para narrar en diferentes períodos, también adultos.

De eso viene Traslasierra, la nueva película de Juan Sasiaín, que justo se encuentra cumpliendo diez años desde su renovadora ópera prima La Tigra, Chaco.

Un protagonista joven, ya no adolescente, que pretende mantener una libertad sin ataduras y debe encontrar el rumbo hacia una definitiva vida adulta. Quizás no sea casual que Traslasierra se desarrolle en medio de un ámbito de artistas nómades, titiriteros.

Así como ellos manejan los hilos de las criaturas a las que le dan vida a través de sus manos, los hilos y sus voces, habrá quien lleve los hilos de nuestro destino.

Hay una cierta “mitología” alrededor de los artistas de feria o nómades. La libertad, el ir sin un rumbo fijo, sin un establecimiento, una filosofía de vida abierta y sin ataduras. De eso se vale Traslasierrapara narrar una historia que transcurre más por los sensaciones que por el peso de un argumento contundente.

El titiritero controla la vida de su muñeco, ¿pero puede controlar la suya o deja que sus hilos se enreden?

La vida en tres

Podría decirse que Traslasierra  ¿cierra? una trilogía que Sasiaín inició diez años atrás. Hay varios elementos que pueden unir este film con los anteriores La Tigra, Chaco y Choele. Lo primero que salta a la vista es el protagonismo siempre de un personaje masculino, y la presencia en las tres de Guadalupe Docampo como interés romántico. La paternidad o la búsqueda de un padre como eje central, el escenario abierto y algo desolado, una historia pequeña, el microcosmos generado alrededor de un puñado de personajes. Todo ello también es central en las tres.

Por temática, Traslasierra se asemeja directo con La tigra, Chaco; y si tuviéramos que trazar un mapa o línea de tiempo a través de una vida entre las tres, Traslasierra se ubicaría en medio, entre el joven que reencuentra sus orígenes y el adulto que encuentra un nuevo sentido.

Si bien las tres son obras personales, y Mariano Torres y Leonardo Sbaraglia podrían ser alter egos del director, en Traslasierra resalta más el costado personal, ya que por primera vez el propio Juan Sasiaín se ubica como protagonista.

Él es Martín, que regresa a Mina Clavero para visitar a su padre Rufino (Rufino Martínez). Ambos comparten el oficio de titiritero y la esencia de ser artistas nómades. Pero Rufino ya está instalado, y Martín todavía busca su brújula.

Martín no regresa solo, lo acompaña Julieta (Ananda Tronconi), una joven Venezolana que conoció fortuitamente en las playas de ese país.

Al joven lo envuelve un aire de familiaridad. Siente la puja entre sembrar sus raíces en esa localidad de Córdoba tal como parece que pide su padre, o seguir viaje solo o con Julieta y lo que pueda venir.

El cuadro se completa a modo de triángulo con la aparición de Coqui (Guadalupe Docampo), maestra rural, madre soltera y novia o interés romántico de la infancia de Martín (al igual que en La tigra, Chaco).

A partir de la intromisión de esta dulce joven, Martín se llenará de más dudas de las que tenía. Afrontar los nuevos desafíos de un destino incierto, o asentarse. Vivir nuevas experiencias o sentar cabeza. Estas opciones no necesariamente significan lo mismo.

Bajo el sol cordobés

Así como en sus film anteriores Sasiaín aprovechó los parajes de Chaco y Río Gallegos, Mina Clavero será ahora fundamental en Traslasierra. El realizador la filma soleada, cálida, abierta, con aire de hogar. Aún en las escenas de noche o en interiores hay un brillo que la hace luminosa.

La sensación de confortabilidad invade la película, logrando que esta historia pequeña y simple se viva en sus 82 minutos con una sonrisa permanente, pese a no ser una comedia para la risa.

Traslasierra es una propuesta noble, humana, sensible; también con cierto grado de inocencia bienvenida. No hay grandes complicaciones de guion, ni vueltas de tuerca. Es la vida misma con sus devenires.

Sasiaín se siente cómodo y transmite familiaridad a su personaje. Es alguien con quien es sencillo empatizar, y al que puede entenderse en sus dudas. Aporta una cuota de naturalidad muy fresca. Ananda Tronconi posee muy buena química con Sasiaín y tiene la candidez necesaria que Julieta necesitaba.

Pero quienes se llevan las grandes admiraciones serán, por un lado, Rufino Martínez con muchísimo brío, color, y una postura entrañable. Conquista con cada una de sus apariciones. Un personaje muy querible y espontáneo.

Finalizamos con la siempre maravillosa Guadalupe Docampo, quien cuando ya parece que no podía sorprendernos logra captar todas las miradas con su dulce Coqui. Habla con tonada, sonríe, achina su mirada, y el espectador cae rendido ante la luminosidad que despliega. Coqui es un personaje simple, que exige mucho de su intérprete para hacerlo destacar, y Docampo lo logra. Nuevamente hay que decir que su aporte está entre lo mejor de la película en la que actúa.

Traslasierra es una película chica, simple, pero de gran corazón. Sasiaín vuelve a demostrar una gran vena sensible para retratar historias de personajes reconocibles, con las dudas e incertidumbres de cualquiera. No siempre es necesario tener la impresión de haber visto algo descomunal para quedar muy satisfecho.