Transit

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Lo nuevo del director alemán Christian Petzold ("Barbara", "Phoenix") es una adaptación de la novela de Anna Seghers. Georg (Franz Rogowski) es abordado por un amigo para que entregue una carta a un escritor pero cuando va a hacerlo descubre que él está muerto. Todo esto sucede en una Francia que empieza a ser ocupada por los nazis y los judíos buscan poder escaparse de eso.
Al leer lo que el escritor deja, entre otras cosas los papeles listos para poder irse a México, se hace pasar por él. En el medio, en esa espera en tránsito, se suceden diferentes historias de las que a veces es testigo y a veces protagonista, aunque sea secundario. Así, una intrigante mujer (Paula Beer, a quien se la vio hace no mucho en "Frantz" de Ozon) que deambula por las calles de Marsella y el consulado buscando a alguien, y un niño con una madre sorda que conecta inmediatamente con él son algunas de las cosas con las que él puede elegir quedarse, o abandonar.
¿Quién olvida primero, el abandonado o el que abandona?, se preguntan sus protagonistas aunque la respuesta siempre parece ser clara. En esta historia situada en un fuerte contexto político, Petzold opta por una narración de personajes.
Así, más cerca del final sobre todo se tiñe de un tono más romántico. Así como el protagonista muchas veces es oyente de otras historias, el film cuenta con una narración en off de otro testigo, un personaje invisible que no se revela en un principio y que observa y, sobre todo, escucha (y a veces quizás subraya aquello que ya estamos viendo).
Y sigue así la historia de este Georg en tránsito, en espera, en esa nada en medio de esa especie de limbo, como esperando entrar al Infierno, sin darse cuenta de que, quizás como el personaje del escritor al que personifica el protagonista, ya está ahí.
Esas varias historias entre cafés, hoteles y las calles de Marsella que se van desplegando como hilos a lo largo del relato, algunas más chiquitas que otras, tienen su desarrollo y por lo tanto final (que no quiere decir que se solucionen). No quedan dibujadas sólo para añadir un poco más de color al relato.
Petzold entrega un film que más allá de su fuerte contenido histórico y político se caracteriza por un tono más personal y melancólico, por momentos rozando el drama romántico. Un melodrama con constantes vueltas que sorprenden sin necesidad de sentirse forzadas, y rodadas con clasicismo. Un disfrutable viaje sentimental, duro pero necesario.