Transformers 3: El lado oscuro de la luna

Crítica de Uriel De Simoni - A Sala Llena

Transformers 3, El Lado Oscuro de la Luna, como su nombre lo indica, es la tercera entrega hasta ahora de la saga Transformers y la guerra entre máquinas espaciales, Autobots y Decépticons.

La nueva entrega a cargo nuevamente de Michael Bay, como así también la adaptación en lo que a guión refiere, nos narra una nueva batalla, un nuevo enfrentamiento en donde interfiere la historia mundial como base, referencia y disparador para la lisergia de efectos especiales que sucede a la premisa: Aparentemente el primer alunizaje en 1969 no fue efectuado por la simple causa de expandir las fronteras y emprender la conquista del espacio, sino que una explosión (de por si complicada y dudosa, ya que la carencia de oxigeno en el satélite la vuelve poco verosímil) se registra en el lado oscuro de luna o, mejor dicho, aquel lado que no es visible desde el planeta Tierra.

La misión es llevada a cabo como investigación del curioso fenómeno para dar cuenta de que una tecnología superior y una existencia alienígena se avecinan y, tarde o temprano, cambiarán lo que se conoce por mundo. Es entonces que Estados Unidos incauta todo lo que encuentra en una especie de competencia con los rusos. El tiempo pasa y la génesis se desvanece, los Autobots conviven con la humanidad e ignoran aquello que han encontrado, pero los Decépticons tienen un plan en el cual, aquel elemento extraterrestre, es clave para la reconstrucción de Cybertron en nuestro planeta. Los Autobots, con Optimus Prime a la cabeza harán todo lo posible por develar aquello que les fue encubierto y evitar así la destrucción humana, pero (siempre hay un pero) no faltará espacio para presentar a la señorita bonita de turno y agregar esa desagradable cuota de falso sentimiento por parte de los humanos, opacando una vez más, a los Mecha, que son aquello que todos quieren ver.

El cambio, la adaptación, la tecnología y la destrucción: son las palabras claves en lo que respecta a la franquicia Transformers en la pantalla grande. De aquellas entrañables cuatro temporadas, 98 episodios, de 24 minutos de duración cada uno, a la hipercompresión de la trama en esta trilogía que promete seguir vendiendo. Esta entrega, en 3D gracias al apoyo del Fusion Camera System de James Cameron, despliega todo aquello que potencia la capacidad sensible del humano, haciéndolo vivir una experiencia por demás avasalladora que culmina con una cuasi-epilepsia a causa de tanto pero tanto trabajo superfluo y enfático.

En lo que respecta a la historia en sí, la aparición de nuevos personajes y una especie de long time ago introductoria, abre el juego a una nueva etapa de confrontación entre esos dos irreconciliables bandos de alta tecnología e inteligencia artificial. Si bien la relación humana-robot fue bien recibida en las dos primeras, en esta tercera, se deja un poco de lado aquello para situar el deseo y sentimiento dentro de la misma especie. No se puede pasar por alto lo que respecta a lo efectivo, a lo visual, a la puesta en escena: sin duda es de lo mejorcito, gráficamente hablando, que se haya visto, pero la decadencia viene de la mano del abuso de recursos, de la carencia de un centro de reposo, de la escasez de diálogos que no opaquen a la narración en imágenes.

El cambio pasa nuevamente al primer plano: Bumblebee, sin duda el Autobot más querido por el público queda relegado, para solo formar parte del filme en una escena donde su cabeza está en juego… Bay recordó recién allí que existía. Y Megatron, el malo más malo, aquel Decépticon que encabezaba la rebelión, aquel alienígena al que más prensa se le otorgó desde hace meses por su “renovada figura”, no tiene mayor participación que una sola batalla. Estética, detalle clave que denota la posición de Don Michael, por un lado el diseñó conlleva cada vez más a la desvirtuación de los personajes originales que, si bien poseen en el filme un realismo extremo, se alejan radicalmente de aquella idea original de Takara y Hasbro. Por otro lado, los colores remiten a una posición pseudo-racista donde “los buenos” poseen variedad de gamas y diseños, especialmente Optimus Prime, con los colores de la bandera de Estados Unidos, mientras que los “malos” poseen un gris gastado remitiendo mayormente al color negro. Detalle al margen y de color (¿de color?) se presenta de la mano de un nuevo Megatron con turbante, que si, lo dice todo.

Las referencias abundan en Transformers 3: El Lado Oscuro de la Luna, llevando obras maestras del celuloide a un nivel visual que impacta, pero abandona lo meramente cinematográfico, desde Matrix (The Matrix, EE.UU. 1999) y sus gloriosos centinelas, hasta la genial Akira (Akira, Japón 1988), pasando por la cita obligada cuando se habla de ese Dark Side of the Moon a Neon Genesis Evangelion (Shin Seiki Evangelion, Japón 1995) y 2001: Una Odisea del Espacio (2001: a Space Odyssey, EE.UU. Inglaterra 1968).

El 3D de última generación a la orden del día, con un elenco que si bien no llega al nivel de la sobreactuación, se hace entender y hasta resulta verídico por momentos. El gusto por el plano se hace notar pero, y seremos reiterativos, se opaca ante tanto efecto.

Entretenimiento garantizado entre disparos, rayos láser, mechas y pochoclos por un Michael Bay que parece no terminar de entender que no siempre más, significa mejor, pero tal vez, si signifique secuela.