Transformers 3: El lado oscuro de la luna

Crítica de Santiago Armas - ¡Esto es un bingo!

Arma de destrucción masiva

A Megan Fox la habrán echado de Transformers 3 por haber comparado a su director con Hitler, pero aunque sea un tanto exagerado asimilar a un mero realizador de tanques hollywoodenses con el peor dictador de la historia, en algún punto Megan no se equivoca: Michael Bay es una especie de genio del mal.

A Bay la crítica lo calificó de muchas cosas menos lindo, y hasta algunos se levantan enojados diciendo que cada película suya representa la agonía del cine, con sus chorros de grasa escapando de la pantalla, su acción sólo apta para adolescentes adictos al Speed con vodka y su mirada política del mundo orgullosa(y republicana)mente norteamericana (las minorías siempre son denigradas en sus films). Pero quienes tenemos dos dedos de frente sabemos que, si bien no es una locura pensar que lo del director de Bad Boys y Armageddon a veces roza lo vomitivo, esa mirada adolescente esconde algunos destellos de locura y genialidad que hay que ver para creer. ¿Es buscada esa genialidad por el realizador? Lo dudo, pero no por eso deja de ser algo atractivo. Duden de mi capacidad como crítico, pero yo a La Roca la considero una maravilla que funciona del minuto 1 al 120 (¿quién puede odiar una película que tiene a Sean Connery diciendo la frase “Los cagones dicen que van a hacer lo mejor que puedan, mientras que los ganadores se van a sus casas y se cogen a la reina de graduación”?), y creo que Bad Boys 2 está tan llena de odio y maldad hacia la humanidad (desde una persecución en la que se arrojan cadáveres como obstáculos hasta un plano de cinco segundos de dos ratas cogiendo estilo perrito) que parece haber sido filmada por el mismo Satán. El problema es cuando Bay en lugar de abrazar su lado oscuro quiere hacer algo parecido a una película en serio, y allí surgen bodrios como Pearl “nunca voy a mirar un amanecer sin pensar en vos” Harbor o La Isla, en donde las risas no parecen intencionales sino involuntarias.

Pero ocupémonos de Transformers. La idea de hacer una película basada en una serie de juguetes en la que unos robots buenos (los Autobots) pelean contra unos robots malos (los Decepticons), y todos se convierten en diferentes vehículos, sonaba demasiado estúpida como para hacerla realidad. Por ende, Michael Bay era el indicado para llevar adelante tal proeza. Lo único que uno espera de un concepto tan bobo es que al menos cuando los robots se matan a trompadas, el tipo lo haga lindo y entendible para que nos podamos distraer un rato y después ir a casa a jugar con los muñecos reales. Pero hete aquí el problema que Bay encara en toda la saga, incluida la reciente tercera parte. Primero, que cuando los robots no están en pantalla, a Bay se le da por perder el tiempo con Shia LaBeouf y sus “problemas adolescentes” o metiendo un sinfín de escenas de dudosa comicidad en donde los chistes racistas y de doble sentido a lo Poné a Francella están a la orden del día (en esta tercera parte es vergonzoso lo que obligan a hacer a buenos actores como John Malkovich y Frances McDormand). El segundo problema tiene que ver con la constante necesidad de crear una trama complicada alrededor de la acción que justifique las luchas robóticas. En la uno era una “Chispa Suprema” que buscaba el villano Megatron vaya a saber para qué, la dos tenía algo llamado “La matriz de liderazgo” que hacía que el sol se apague (¿?) y en la actual tenemos unos “pilares” que hacen de apertura del planeta robot a la tierra, y todo esto es explicado cientos de veces en diálogos que son pura solemnidad berreta (poco ayuda el tono de pocos amigos que tiene Optimus Prime).

Pero ojo que cuando llega la acción y hay que mandar literalmente todo a la mierda, ahí aparece el Bay que más nos gusta. En la segunda parte de El lado oscuro de la luna es tal el nivel de destrucción y explosiones en la ciudad de Chicago que hace que el 11 de Septiembre parezca una caída de ceniza volcánica en Buenos Aires. Es en esa segunda mitad, en la que los Decepticons aniquilan a los humanos descarnadamente convirtiendo el lugar en un auténtico Ground Zero, en donde parece renacer el costado oscuro y misántropo de Bay que estallaba en Bad Boys 2. Sólo con eso, sumado a un par de escenas grandiosas, como un edificio vidriado colapsando con los protagonistas adentro y los soldados zambulléndose en plena batalla con unos trajes voladores especiales, pareciera que estamos por lo menos ante el mejor Bay que se pudo ver en toda la saga. Lástima que tengamos que esperar casi una hora y media de planos publicitarios y tomas sugestivas del culo de la reemplazante de Megan Fox para llegar a divertirnos con tanta malevolencia y destrucción. ¿Será el precio a pagar por presenciar la verdadera obra del diablo?