Transformers 3: El lado oscuro de la luna

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Estamos en plena temporada de los tanques de Hollywood. Con la llegada del receso escolar de invierno verá usted complejos cinematográficos de 10 o 12 salas con 5 o 6 títulos. “Cars 2”, “Linterna Verde” y el final de “Harry Potter” están al caer, pero ya tenemos uno de estos productos con nosotros: “Transformers 3: El lado oscuro de la luna”. El realizador Michael Bay insiste con su estilo como cineasta. Por eso esta producción tiene dos formas de verse o, mejor dicho, dos puntos desde donde, a mi entender, se puede analizar.

El primero es la película como obra cinematográfica. Desde esta mirada no solamente no ofrece nada nuevo (ni al cine; ni a la saga). Además se las arregla para bajar un par de escalones respecto de las dos primeras. En la introducción, Optimus Prime (el robot bueno) narra en off todo lo que el espectador está viendo en imágenes, tornándola particularmente redundante. Se ve el planeta de los robots en donde hay dos bandos en guerra. Una nave con un poderoso secreto logra escapar a duras penas hasta que se estrella en la luna. Lúdicamente Michael Bay aprovecha para ubicar el accidente en plena lucha por la conquista del espacio en la década del '60. Así, en 1969 el gobierno norteamericano aprovecha el Apollo 12 para encargarle a Neil Armstrong y compañía que se den una vueltita por el lado oscuro del satélite de la tierra para comprobar si las sospechas de que no estamos solos en el universo son ciertas. Lo comprueban. Lo único que es mentira es la ley de la gravedad en la luna, porque cuando empiezan a tocar cosas las manos de los astronautas se mueven a la misma velocidad con las movería usted para dar vuelta las tostadas a fin de que no quemen. Sigo.

La tripulación se hace de un artefacto en especial. ¡Mire que hay cosas de la nave para llevarse!, pero a ellos les gusta ese. Con tanta mala suerte que resulta ser algo que a los Autobots y a los Decépticons les importa mucho.

Luego de esta introducción de media horita, el director nos lleva al presente en el cual los Autobots, instalados en nuestro planeta, le son funcionales al gobierno de Obama para ir por el mundo llevando el mensaje antiterrorista ya conocido. Aprendieron rápido como son la cosa en USA. Mientras, Sam (Shia le beouf) está buscando trabajo. Sus condecoraciones no le alcanzan para vivir, quiere estar trabajando antes que sus padres regresen de las vacaciones. En realidad no quiere cualquier trabajo; sino uno relacionado con los Autobots. Es lógico, considerando que salvó al mundo en dos oportunidades. Su novia Carly (la modelo Rosie Huntington-Whiteley, que como actriz es muy bonita) vive con él, y le va mucho mejor como empleada de Dylan (Patrick Dempsey, ¡quién te ha visto y quien te ve!), un coleccionista de autos antiguos y posible enemigo de Sam.

Ahí es donde parece que comienzan las sub-tramas para apoyar el ritmo narrativo, aunque en realidad hay una bifurcación del relato. Por un lado Sam y por el otro los robots. Luego todo vuelve a converger. ¿Para qué? Para evitar que el artefacto capaz de “hacer llover robots malos” no caiga en manos de metal enemigas.

Dos horas y media para estirar un guión que debería filmarse en 30 minutos (como los capítulos originales de la TV). Lo que debería ser dinámico en cuanto a la narración, es chato y aburrido. Las apariciones de actores de renombre asumiendo personajes secundarios, como John Malkovich, Frances McDormand y John Turturro, pueden resultar graciosas, pero al relato no le aportan nada además de dejar cabos sueltos como, por ejemplo, qué sucede con los padres de Sam, o con el propio gerente de empresa interpretado por Malkovich.

Michael Bay es un director a quién Hollywood le sigue dando un cheque en blanco para filmar lo que quiera. Hacer películas cuyo protagonismo son los efectos especiales, un verdadero festival, cuando se supone que debería ser muy distinto, que estos sean utilizados como herramienta de trabajo al servicio de temáticas y narraciones relevantes como protagonistas. Los rubros técnicos deben aportar a la historia no relegarla, lo cual me lleva al otro punto de vista para el análisis.

“Transformers 3...” es un espectáculo visual impactante. Toda la secuencia del comienzo y la del hombre en la luna, con inserts de imágenes de archivo, están realmente bien logradas. El diseño de arte, la composición de imagen y la fotografía son elementos fundamentales para el film. El sonido es como estar en una tormenta de truenos. Su diseño es impecable, aunque no en toda su utilización. Por ejemplo, hay una escena con un edificio en donde la caída de los cuerpos contra el piso suena igual que los pasos de los robots gigantes. De todos modos es un detalle. Prepárese el espectador para el vértigo de la escena en la que un tentáculo robot "ahorca" literalmente un rascacielos para derrumbarlo. Pocas veces se vio algo igual. La última hora de narración podría separarse y ser “una de guerra” con todas las de la ley. Lamentablemente está pegada a la primera hora y media. Por esta razón la duración en tiempo es demasiado para llegar al climax, ya anunciado desde el principio. Tampoco hay novedades en la música. El concepto de compilación es el mismo. Rock industrial y algún tema lento más en una partitura que no se ha renovado.

Sigue siendo un enigma para mí, cómo hace Michael Bay para filmar tanto espectáculo, y a la vez provocar en la audiencia un concierto de bostezos

Eso es “Transformers 3: El lado oscuro de la luna”, espectacular y sin contenido.