Transformers 3: El lado oscuro de la luna

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

La mejor “Transformers”, gracias al 3D y al elenco

El 3D parece haber sido inventado para darle relieve tridimensional a estos robots-autos del espacio que vienen a pelearse a nuestro planeta.

Este detalle del 3D basta por sí solo para que la nueva película de Michael Bay sea bastante mejor que la segunda parte, y en realidad para que las escenas de super acción con robots gigantes de esta tercera parte resulten mucho más impactantes que las del film original.

Por suerte, el guión también mejora en relación a la segunda parte, que tenía momentos demasiado flojos. Hay un prólogo excelente que lleva al espectador desde las batallas de los Transformers en su planeta de origen hasta la luna, donde algunas de sus reliquias son investigadas y traídas a a Tierra por los astronautas de las misiones Apollo (esto se parece un poco a la reelaboración de la historia ya vista en la reciente película de los X-Men, pero de todos modos funciona más que bien). Luego, la acción lleva al espectador hasta la desolada Chernobyl, y en su momento culminante el guión imagina un ataque masivo de tono apocalíptico a la ciudad de Chicago, en cuyas ruinas transcurren algunas escenas de acción realmente espectaculares e imaginativas, como una en la que los protagonistas usan como tobogán un rascacielos de vidrio inclinado por el ataque alienígena.

Hay más novedades positivas, como por ejemplo que el elenco, además de mantener el personaje paranoico de John Turturro, se las ingenie para lograr que los robots puedan convivir con otros excelentes intérpretes del nivel de John Malkovich y Frances McDormand, que probablemente nunca imaginó que después de ganar el Oscar por «Fargo» terminaría sosteniendo diálogos imposibles con personajes digitales. El alguna vez astro adolescente Patrick Dempsey hace también un muy buen aporte como un millonario corrupto, mientras que Rosie Huntington-Whiteley, la nueva novia del protagonista Shia LaBeouf, es lo bastante sexy para casi impedir que se pueda extrañar a Megan Fox.

Igual que en la película anterior, hay más chistes malos de lo necesario y cierto apego a la sobredosis de peleas entre robots que no parecen terminar nunca. Sólo que esta vez el 3D, utilizado intensivamente en un grado muy superior al de la mayoría de las producciones tridimensionales recientes, hace casi imposible aburrirse.