Transformers 3: El lado oscuro de la luna

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es una deliciosa película mala. Uno se ríe con los pasos de comedia. Uno se ríe con las escenas dramáticas, ya que son horribles. Y uno se ríe con los efectos especiales, que son descomunalmente exagerados. La historia tiene huecos enormes, el villano (del lado de los humanos) no sirve, y hay perfomances que a uno le hace apretar los dientes. Pero todo es tan descerebrado que uno termina por aplaudir de pie. Si 2012 representó el pináculo de la carrera del auteur Roland Emmerich (otro especialista en excesos), Transformers: El Lado Oscuro de la Luna debería ser el opus máximo de Michael Bay. Todo el mal cine que han desarrollado durante estos años ha sido pulido de tal forma que ha encontrado su estado de gracia, en el cual tanto los errores como los aciertos resultan festejables a rabiar.

En primer lugar hay que admitir que Michael Bay ha mejorado mucho su estilo. Ha aprendido de Zack Snyder y ha ralentizado la acción, de manera que se puede seguir sin que a uno le agarre un ACV. De todos modos el tipo es una especie de masturbador crónico con los efectos especiales y, cuando inicia una secuencia, dura 15 minutos como mínimo. Pero al menos aquí rebosa de inspiración y la coreografía de la destrucción termina siendo deliciosa. La última hora de Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es delirantemente épica, con ciudades arrasadas, rascacielos partidos a la mitad, y centenares de criaturas robóticas marchando por cielo y tierra como si fueran una legión de destructores de mundos. Oh, sí, a la hora de los efectos especiales el filme es un orgasmo y es el sueño de cualquiera que quiera probar al límite el televisor alta definición de 50 pulgadas que se acaba de comprar.

En cuanto a la historia, debo admitir que arranca muy bien. Siguiendo la moda creada por Watchmen (y seguida por X-Men: Primera Generación y Liga de la Justicia: la Frontera Final), acá enlazamos a los personajes de comic con la historia reciente de la humanidad. Los Estados Unidos no fueron a la Luna a recoger roquitas sino a revisar los restos de una gigantesca nave espacial estrellada a principios de los 60. Esa nave contenía un generador de portales dimensionales, del cual se encontraron algunos pedazos. El resto del generador lo tienen los villanos de la historia, la raza Decepticon, quienes planean dar un golpe para recuperarlos.

Mientras que esa parte está muy bien, lo que sigue está insertado con calzador, y es la trama vinculada al protagonista humano que encarna Shia LaBeouf. Acá nuestro héroe está en la mala, sin trabajo y siendo verdugueado por sus padres sobreprotectores. Su antigua novia lo ha abandonado, pero ha caido en brazos de otra belleza - Rosie Huntingdon-Whiteley, quien reemplaza a Megan Fox, y que tiene las dotes actorales de un ladrillo -. La chica tiene conexiones, así que le consigue trabajo en una de las tantas empresas que tiene su multimillonario jefe, encarnado por Patrick Dempsey. Lo que sigue es una larga serie de pasos de comedia - algunos efectivos, otros horrendos - que sirven para matar el tiempo mientras el guión intenta encontrar cómo hacer que el personaje de Shia LaBeouf se vuelva útil para la historia y llegue como un héroe hacia el final.

Debo admitir que me reí mucho con Transformers: El Lado Oscuro de la Luna y, en el 50% de los casos, me reí en secuencias que se suponían que era serias o dramáticas. Yo no diría que eso es un efecto indeseado; después de todo, la única manera de que funcione como entretenimiento un filme que va a mostrar cientos de edificios colapsados y miles de muertos en las calles es que no se tome en serio a sí mismo (tal cual como ocurria con 2012). Imaginen exhibir esta película frente a una audiencia que aún permanece sensible por el atentado del 11/9/2001.

Ciertamente hay aciertos y hay errores. Entre los aciertos figura la decisión de Bay de mostrar muertos en pantalla. Acá mueren humanos y mueren robots, lo que lo aleja mucho del espectáculo infantil que le dió origen (y que suele ser el defecto de la fórmula: esos shows en donde los villanos siempre son vencidos pero nunca matan a nadie). Por su parte, los efectos especiales son formidables, y la escalada de destrucción masiva es excepcional (hay una escena cerca del final, en donde LaBeouf y sus amigos quedan atrapados en un rascacielos que está a punto de partirse a la mitad... que hay que verla para creerla). Imaginen Batalla Los Angeles, pero con sobredosis de testosterona. Pero en el apartado de los errores, los mismos se acumulan como una montaña. La Beouf tiene su cuota de escenas fabulosas y otras en las que parece estar en coma. Patrick Dempsey es terriblemente insulso como villano. La perfomance de John Malkovich es, como mínimo, bizarra. Las alianzas y traiciones de turno resultan demasiado rebuscadas y poco creíbles (el diálogo final entre la novia de LaBeouf y Megatron es totalmente absurdo). Y 2 horas y media es demasiado tiempo para desarrollar toda esta bonita pavada (por lo menos le sobran 45 minutos).

Con toda su caterba de errores y aciertos Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es recomendable. Si a usted le gustaron las entregas anteriores y 2012, entonces le encantará esta película. Y si a usted no le gustó ninguna de ellas, ... váyase al videoclub y alquile la última de Woody Allen.